Feliz año inestable
Juan Esquembre, 21/12/2007
Antes que comience a hablar, me permitirán que les diga unas palabras. Con esta afortunada frase comenzaba Cantinflas el discurso en una de sus innumerables películas.
El año en curso se acaba y, antes de dar comienzo el nuevo año, no está de más hacer alguna reflexión en voz alta, sobre todo si se hace mediante la palabra escrita.
A la inestabilidad política de la legislatura que se cierra sumaremos en el año que comienza una mayor inestabilidad económica. La desaceleración del sector de la construcción, el incremento de los tipos de interés, las restricciones del crédito, la sobre valoración del euro, la crisis profunda en nuestros sectores manufactureros tradicionales, la presión de los precios de la energía y de las materias primas, la escasa capacidad de contención del déficit exterior y el repunte de la inflación, son, entre otros, factores desestabilizadores de la economía que afectan, sobre todo, a las pequeñas y medianas empresas y a multitud de familias.
A la tradicional incertidumbre, se unen ahora otros nubarrones en el horizonte cercano que nos van a dar la oportunidad de demostrar la capacidad colectiva de superación de dificultades, después de una dilatada época de bonanza y bienestar aparente, aunque con grandes dosis de endeudamiento. No en vano, a pesar de la bonanza, las consultas de psiquiatría y el consumo de ansiolíticos y antidepresivos ha ido exponencialmente al alza en los últimos diez años.
Para mayor abundamiento y que no nos falte de nada, tenemos el próximo mes de marzo elecciones generales de las que saldrá el Gobierno del Estado para una nueva legislatura, Dios quiera, de cuatro años.
No está el patio político precisamente para bollos. La obsolescencia de nuestro sistema
electoral, el continuo enconamiento de los dos grandes partidos de ámbito estatal y la posible presencia decisiva de los nacionalistas no configuran un panorama esperanzador que dé como resultado un Gobierno fuerte, dispuesto a afrontar con energía y autoridad los retos y los problemas que se le presentan a la sociedad española.
El Gobierno Zapatero termina una legislatura de bajo perfil político en la que, como éxitos más destacables, podemos apuntar el crecimiento económico obtenido y la drástica reducción en el número de asesinatos de ETA, sin que ello no tenga su mérito.
Ha sido ésta, una legislatura que, como se dice en términos empresariales, se han dedicado muchos esfuerzos y energías a determinadas actividades que no aportan valor añadido al ciudadano.
Es una verdadera lástima que Mariano Rajoy no haya prodigado más en sede parlamentaria la finura con la que se expresó hace unos días en el desayuno organizado en Madrid por la agencia Europa Pres. El peso y la influencia del ex presidente Aznar junto a su núcleo duro, han eclipsado totalmente las capacidades de un Mariano Rajoy más preocupado por su memoria histórica que por una acción política de Estado y a la altura de las circunstancias.
Que todo ello le pueda costar la victoria en las próximas elecciones generales no sería lo más grave si somos capaces de aceptar la aritmética democrática. Lo trascendente, en mi opinión, es la probable inestabilidad en su propio partido si la victoria electoral no les acompaña. Inestabilidad que trasladarán al escenario político de España con un nuevo Gobierno sujeto de nuevo a la presión nacionalista.
Se dice que los economistas somos expertos en adivinar y explicar el pasado. Ya me sentiría satisfecho si, al cierre del próximo año, la realidad me diera oportunidad de explicar mis errores en estas futuribles apreciaciones.