Yo no soy “un miembro de su Comunidad Portuaria”
El pasado día 29 de mazo de 2006 un autodenominado “miembro de la Comunidad Portuaria” expresó en este mismo diario, a través de un artículo de opinión titulado “Y mientras tanto el ca…os”, sus personales ideas a propósito de los graves perjuicios generados por la terminal de contenedores Marítima Valenciana que se concretaron de manera especialmente tensa durante esos días en el conflicto con los transportistas de contenedores por carretera.
El autor del artículo carece del valor y personalidad suficientes para reconocer esa autoría con su propio nombre y apellidos, lo que resulta trascendente, no tanto por el valor del dato en sí mismo, de importancia en todo caso para su familia y conocidos más próximos, sino para comprender adecuadamente los intereses reales y materiales a los que responde esa manera concreta de ver las cosas. A la vista de sus opiniones, no se trata simplemente de “un miembro de la Comunidad Portuaria” sino de “un miembro de un determinado colectivo o grupo de interés de la Comunidad Portuaria”.
Entrando en los aspectos recogidos en el mencionado escrito, me parece interesante opinar sobre algunos de ellos.
Desde la visión del colectivo transportista considero digna de aplauso la redenominación que plantea el “valiente opinador anónimo” propugnando la sustitución del término “comunidad portuaria” por el de “selva portuaria”. Efectivamente tiene toda la razón y así hay que reconocérselo, esa es la realidad de nuestro entorno y de esta forma deberíamos llamarla. Sin embargo, el autor del artículo no es consecuente luego con esa visión y pretende que lo que reconoce como una selva funcione como si no lo fuera.
Atribuye al sector transportista lo que denomina “síndrome de perjudicado perpetuo” y, al mismo tiempo, explica que es el sector “que más ha avanzado en los últimos tiempos”, expresiones que pueden resultar graciosas, incluso ingeniosas, pero para cuya utilización no aporta ni un solo dato, ni un solo argumento que las justifique. Vamos a ver, señor “valiente opinador anónimo”, si sus dos afirmaciones resultaran ciertas a la vez la conclusión sería que debería usted considerar un acierto la manera en la que venimos actuando los transportistas, pues, según su propia opinión, han conseguido avanzar “los que más” utilizando estratégicamente el sentimiento permanente de perjudicados. La paradoja es que lo que pretende plantear usted como una crítica acaba convertido en un elogio o por lo menos en el reconocimiento de un acierto y, en consecuencia, potenciándolo. Nada más lejos de su intención, estoy seguro.
El “valiente opinador anónimo” nos reconoce el derecho a ser reparados por el daño que otros nos causan. Muchas gracias por un alegato tan profundo, pero no le merecemos como defensor de la causa del transporte. Sin embargo, curiosamente, no admite que nos defendamos de manera legítima frente al daño que se nos causa tratando de evitar que éste se mantenga. Al parecer desconoce usted el sentido de la reivindicación de los transportistas que no incluía sólo, ni principalmente, el derecho a la reparación, sino la puesta en marcha de un mecanismo de cara al futuro que estableciese de manera objetiva y pactada la respuesta ante situaciones similares, sin necesidad de articular medidas de tensión y conflicto cada vez que aparezca de nuevo el perjuicio y el daño de “un miembro de la Comunidad Portuaria respecto a otro miembro de la Comunidad Portuaria”. Es decir, el transporte pretendía terminar con esta dinámica perniciosa de la reclamación y la conflictividad permanente con las terminales. Entérese por favor, entérese antes de opinar y, sobre todo, antes de juzgar y condenar a los demás.
Nuestro “valiente opinador anónimo” riza el rizo de sus opiniones cuando pretende establecer por su cuenta como deben negociar las partes y a través de quien, entendiendo que sólo los dueños y titulares de las empresas que mantienen intereses en conflicto están en condiciones de comprender el alcance de su negociación y los intereses en juego. Algo no funciona bien en su manera de aplicar la razón y el sentido común sobre los temas que afectan al transporte.
No sólo los colectivos, por razones obvias, sino las mismas empresas particularmente, gestionan sus intereses de todo tipo, hasta los más estratégicos y fundamentales, a través de las personas y profesionales que libremente designan para ello. En la empresa moderna, seguramente no aquella a la que usted pertenece, señor “valiente opinador anónimo”, el propietario de la empresa designa en muchas ocasiones al gestor de los intereses de la misma de manera externa, sin que pueda presumirse que esta forma de actuar supone desconocer la esencia del negocio, antes al contrario. Esto es así hasta tal punto que en el caso de muchas sociedades mercantiles es materialmente imposible la identificación entre propietario y gestor del negocio, claramente diferenciados a la hora de organizar normativamente su funcionamiento.
Finalmente el “valiente opinador anónimo” no puede evitar la vena demagógica y recurre al manido tema de identificar, ahora sí, a los “perjudicados perpetuos” según su propia terminología. Estos son, para él, los exportadores, importadores y compañías navieras, de los que, al parecer, todos, menos él, nos olvidamos. Si utilizásemos su misma demagogia nos preguntaríamos si esas compañías navieras son las mismas que tienen a los puertos y a sus respectivas autoridades totalmente plegados a sus deseos e intereses, amenazando con abandonar o apostar por una determinada escala portuaria, o si esos resignados clientes son las empresas chinas, las europeas deslocalizadas o sus centrales o corresponsales en nuestro país cuyas decisiones de negocio, basadas en exclusiva, como debe ser, en su beneficio y su rentabilidad, carecen del más mínimo sentido sobre el perjuicio o efecto negativo que puedan producir sobre las economías o las sociedades en las que actúan, o, más en concreto, sobre el resto de los operadores portuarios.
No, señor “valiente opinador anónimo”, no quiera usted de un plumazo arreglar el mundo, la política, los puertos, las autoridades portuarias, la comunidad portuaria en su conjunto y hasta las relaciones entre transportistas y terminales, sea usted más modesto y dedíquese a lo suyo, que seguramente buena falta le hace. Mientras tanto otros, con mayor o menor fortuna, sí nos dedicaremos a nuestro trabajo que es por lo que nos pagan, con la evidente sensación de que usted y yo no pertenecemos a la misma Comunidad Portuaria.
Carlos Garcia Viana Gerente de la Asociación ELTC