Francisco López Sevilla se incorporó al sector del transporte marítimo en enero de 1956 y lo hizo como meritorio, trabajando como botones para Vapores Suardíaz en Barcelona.
"Afronté mis inicios con una gran responsabilidad al frente de la centralita y de la caldera", dice con ese sentido del humor que le caracteriza y que le convierte en un hombre, sobre todo, simpático y cercano.
A los quince años le enviaron al muelle en sustitución de un trabajador y entre los dieciséis y los diecisiete pasó un tiempo en el puerto como pagador de los portuarios. Un año después se incorporó al Departamento de Tráfico, ahora comercial, y se inició su andadura como responsable del mismo para el tráfico entre Barcelona y las Islas Baleares, para el que Vapores Suardíaz contaba con tres barcos semanales.
"Posteriormente se creó un departamento de tráfico exterior para atender pequeños tráficos que empezaban a surgir con Italia y algunos destinos de Extremo Oriente - explica - y empezamos a consignar una línea con Canadá y Grandes Lagos, con escalas en Barcelona cada veinte o treinta días". Con la irrupción de estos nuevos tráficos apareció un nuevo reto. "Estábamos muy verdes en inglés y teníamos como colaborador a un señor mayor, el señor Garcés, que era el que atendía las llamadas de teléfono del extranjero y nos traducía lo que le contaban", recuerda López.
"Teníamos un equipo de gente muy bregada, la mayoría de ellos capitanes, y se constituyó el Departamento de Tráfico Internacional y Baleares y empezamos a tener cierta presencia en el exterior", añade.
En aquellos años Francisco López tuvo la oportunidad de pasar por todos los departamentos: "Siempre he tenido aspiraciones y ambiciones. En el viaje de casa a la oficina iba con un botones del Banesto y siempre me decía "yo ya estoy cómodo", pero yo no estaba conforme y quería mejorar".
Recuerda aquella época como un momento en el que no era fácil conseguir los objetivos y en que el trabajo estaba orientado a la mercancía más que a la unidad de tiempo, aunque el armador tuviera que asumir más responsabilidades.
Hasta el año1973 permaneció en Barcelona como subdirector y entonces la compañía decidió abrir una delegación en Valencia, vislumbrando las posibilidades de este puerto, y se montó la oficina en Dr. Lluch con una co-dirección. De esta forma, Francisco López asumió la dirección de Oficinas y otro compañero la de Tráfico.
"Tenía 32 años y la propuesta tenía condiciones muy modestas. La menor de mis hijas tenía apenas dos años y después de hablar con mi mujer decidimos que había que venir a Valencia", explica. Empezaron de esta forma en Valencia con dos rolones en servicio con las Islas Baleares en abril de 1974: "Recuerdo todavía con cariño que las entrevistas para fichar al personal de la oficina las realizábamos en el Hotel Oltra y mi esposa me echaba una mano y hacía las veces de secretaria". Cuando empezó a operar en Valencia la compañía tenía una estructura muy sencilla, con una persona por Departamento: cajera y centralita, despachante de buques, jefe de importación/exterior, jefe administrativo... "Nuestra flota era un SEAT 850, un 600 y una Vespino que tenía el jefe de tráfico".
Poco a poco la actividad de la compañía evolucionó y empezaron a operar líneas internacionales. Tenían entonces mucha fuerza sectores como el textil y las mantas: "Ahora son las líneas las que eligen los puertos de escala, los que atraen la carga y antes había que buscar la carga para conseguir que escalara la línea". Llegaron por esa fecha y poco antes de la creación del puerto autónomo, a finales de los setenta, las primeras líneas con Próximo Oriente y la mercancía paletizada, que tuvo gran importancia, ya que "los pallets permitían cargar y estibar desde el suelo del muelle, con una red", y finalmente el
contenedor. "Un erudito que había colaborado con nosotros dijo por aquellas fechas que el container no iba a prosperar y que el pallet era el futuro", señala Francisco López recordando aquellos años. Con el contenedor, cambiaron los criterios, los diseños de los puertos y la forma de trabajar.
"El puerto de Valencia está ahora muy bien, organizado y atendiendo las necesidades de los barcos. En los noventa hubo momentos de vacilación con la ampliación sur y si no se llega a abordar Valencia hubiera quedado como un puerto de segunda", asegura Francisco López, quien añade: "Los puertos empiezan a vislumbrar su desarrollo cuando rompen sus barreras, la Dársena Interior, el corsé que les oprime".
Vapores Suardíaz se consolidó en Valencia durante muchos años y se adentró también en la estiba, con participación en terminales portuarias. Finalmente, el Consejo de Administración de la compañía decidió reestructurar Valencia, una oficina que no estaba entonces dimensionada de acuerdo al volumen de actividad, y Francisco López decide cesar en su actividad, con el sentimiento de haber cumplido sus expectativas. "Fue un cambio de vida radical. Eran muchos años de atender al capitán, al armador, al cliente, con barcos que se pasaban en el puerto una semana - explica -. Llegamos a ser cien empleados entre la actividad de consignatarios y la estiba".
"En estos años ha habido momentos malos, pero también muy satisfactorio, con un desarrollo muy amplio y con grandes colaboradores - dice Francisco López haciendo balance-. Creo que en mi trayectoria no he decepcionado a nadie y he tratado mucho al personal, fomentando las relaciones entre todos y con el cliente. Siempre he apostado por operaciones claras y abiertas y he sido honesto en el trabajo".