Unas 3.000 personas asisten a la 31 edición del festival 'Havaneres del Port de Tarragona'
El certamen llenó el cenador del Serrallo durante las noches de cada sábado del mes a las 22 horas. De los cuatro conciertos, el más multitudinario fue este último, con alrededor de 700 espectadores entre el público.
Los grupos que actuaron en el festival, como siempre al aire libre y con entrada gratuita, llenaron el aforo máximo cada sesión -fijada en quinientas personas al cenador del Serrallo-. A la vez, también se continuó con la actividad del año pasado 'Conoce la habanera desde el mar', que permitía disfrutar de la experiencia de contemplar el recinto portuario desde una embarcación escuchando historias y música de habaneras. Con esta actividad paralela a las cantadas veraniegas de los sábados que permite acercarse en su origen y la historia de las habaneras, el Puerto de Tarragona completa el conocimiento.
El éxito de las dos actividades durante el mes de julio, el festival de habaneras y el recorrido con la barca de la golondrina, ha supuesto que tres mil personas disfrutaran de la música y la historia tradicional de las habaneras al Puerto, un año más, tal y como indicaron desde la Autoridad Portuaria.
Durante estos días Tarragona ha podido disfrutar de algunos de los mejores grupos reconocidos de habaneras en el Serrallo. Y es que el acontecimiento es un acto musical bastante estimado por el vecindario del barrio pescador, marítimo, del Serrallo, así como por toda la ciudadanía de Tarragona.
Conciertos
La primera actuación fue el 1 de julio. Los Quemados, una banda formada en 1996 alrededor de la música popular del canto de tasca y de las habaneras, con sede en Palafrugell y Calella de Palafrugell, inauguró la edición. La banda ha roto durante su historia muchos tópicos sobre el tratamiento del género. Se trata de una formación con un largo y consolidado bagaje, considerados por muchos los "enfants terribles" de la habanera por su voluntad de innovación y de fusión con otros géneros como la rumba, lo su cubano, el pop, el bolero o la cumbia.
La segunda actuación, el 8 de julio, con Olla Mezclada, fue la apuesta por un grupo local que nació en la Secuita (Tarragonès) en 1983. Las casi 1.500 cantadas los han llevado por todo Cataluña, Comunidad Valenciana, Andorra, Canarias, Aragón y también en una pequeña gira de cuatro conciertos por Cuba. Han hecho 6 grabaciones, el último que lleva por título "25 años de habaneras", incluye por primera vez 4 piezas de creación propia.
Más tarde, el sábado 22, Las Anxovetes, un grupo de habaneras puramente femenino, presentó su espectáculo más íntimo y recogido, de carácter genuinamente mediterráneo, compuesto mayoritariamente por temas propios creados y cantados en clave de mujer. Se trata de un grupo gerundense que toma el género tradicional de la habanera como punto de partida para ir mucho más allá, e incluso alejarse, ofreciendo un espectáculo que refuerza, revisa y amplía el repertorio de canciones marineras y combina canciones propias e inéditas con canciones populares de toda la vida, todas ellas ligadas con un hilo conductor que explica historias del mar con voz de mujer.
El grupo Neus Mar, creador del espectáculo 'La esencia de la habanera', cerró el festival el día 29 de julio. Es también un grupo femenino que entusiasmó, como el año pasado, a los asistentes al cenador del Serrallo. M ás de 700 personas asistieron para escuchar a estas cantantes, entusiastas de las habaneras cubanas del siglo XIX. Versionaron además algunas de las composiciones de Joan Nito Figueras con toques de jazz.
El éxito de la propuesta puesta en marcha el año pasado por el Puerto de Tarragona con la actividad 'Conoce la habanera desde el mar', ha provocado que este año se volviera a ofrecer nuevas plazas para disfrutar de la experiencia de contemplar el recinto portuario con la embarcación golondrina a la vez que se disfrutaba de la música veraniega.
Es una actividad que se había iniciado el año pasado para conmemorar los treinta años de
habaneras en el Puerto de Tarragona. Durante el paseo, se podía contemplar el recinto portuario en lo alto de la golondrina a la vez que se disfrutaba de la música.