Mejor, imposible
Afirmar categóricamente en estos tiempos digitalizados en los que vivimos inmersos es complicado, imposible, mejor.
Pero, ¿qué es mejor? Para mejorar algo debe algo susceptible de ello. En logística, siempre es posible mejorar, dado que trabajamos en un sector dinámico que se ajusta a la evolución de la sociedad a la que sirve. Hoy no tenemos la misma logística que hace 30 años, ni es la misma que tendremos en 2050. Las estructuras, medios, procesos y necesidades logísticas serán diferentes a las actuales con seguridad. Mucha digitalización y robotización se avecina en todas las actividades del proceso de cadena de suministro. Desde vehículos autónomos, drones, almacenes robotizados y software por doquier entrelazado por el 5G y posteriores versiones de MATRIX digital.
El modelo pinta completamente diferente en 30 años adelante, ocupando mucha menos mano de obra en todos los eslabones ¿mejor? Veamos a ver la progresión que alcanzamos durante este tiempo futuro, una nueva generación que todavía no sabemos en qué gastarán su tiempo ni cómo se comerán las habichuelas. En logística pocos, al menos no tantos como en la actualidad. Buques portacontenedores inteligentes, interconectados con sistemas portuarios, remolcadores y estibadores. Aduanas todo por ventanilla electrónica. Camiones y vehículos de reparto autónomos. Almacenes robotizados. Drones de última milla y software desde el principio hasta el final de la película. ¿Dónde tiene cabida el logístico humano? Obviamente la logística no es el único sector productivo en claro riesgo ocupacional. Cajeros de tiendas o supermercados, camareros, empleados de banca, contables, gestorías, abogados, profesores, agricultores, pescadores, mineros, etc. todos parece seremos susceptibles de sustitución futura en nuestros puestos de trabajo. Muchos millones de gremios que ya no necesitarán empleados humanos, entonces, ¿qué hacemos con tanta gente? Vaya, la pandemia del COVID-19 ya lleva más de un millón de bajas, pero somos más de 7.800.000.000 todavía.
En España tenemos días complicados por delante. No hace falta ostentar un premio Nobel para darse cuenta. Mascarillas por imposición, que además de molestas, contamina, facilitan el vandalismo y robos con fuerza, sin dejar de simbolizar un bozal para controlar y acallar. Pero ojalá el uso prolongado de mascarillas fuera el mayor de nuestros problemas. Parece que volvemos a la senda negativa de fallecimientos del comienzo, y como se avecina el frío invierno, todas las predicciones para el último trimestre del año son pesimistas. A nivel socio-económico los indicares son históricamente horribles. La brecha social se evidencia a marcha militar y la imagen internacional está al nivel de los tiempos de la Gripe Española. A buen entendedor valen pocas palabras, pero es que en nuestro caso las evidencias son contundentes, desoladoras y preocupantes. El dolor y aflicción llegarán más tarde.
Veamos cómo se dilucida la renovación de los ERTEs, cómo se administran los 144 mil millones de la UE, si vienen los guiris y el refreno jovial de botellones, festivales y salir de fiesta. Faena grande en la que el comportamiento país es primordial para afrontar el invisible enemigo viral con el que estamos luchando. Sacrificar ocio, minimizar relación social y en cierta medida, cambiar nuestra forma de ser parece obligado para mejorar las cifras que tanto nos costó mitigar.
Todo es motivarse y aplicarse el cuento. No pain, no gain. Por un mañana, mejor, imposible.