Tropiezos
El súper
Avirul, 02/04/2004
Ir a comprar al súper es una tarea imprescindible y en muchos casos complicada, sobre todo si no se va sólo, porque nunca se está de acuerdo con la otra persona de cuales son los productos verdaderamente necesarios. Y es que en este espacio se manifiestan todas las manías que cada uno carga consigo.
Por ejemplo, existe el modelo de comprador/a que siempre va deprisa, entra como una exhalación y no coge carro porque ¿para cuatro cosas?. La siguiente escena es un ser que no se distingue entre tanto bote y caja con los brazos entrelazados para que en el hueco le quepan más cosas que va perdiendo conforme se mueve. En estos casos siempre pienso que Pepe Viyuela se inspiró en el súper.
Otra versión es el caso familiar. Como dice el refrán “la familia que compra unida.... no se hablará en un par de semanas”. Es que no falla, sobre todo por que junto a esa persona que lee absolutamente todos los ingredientes, las calorías, los modos de uso y un largo etcétera de los diferentes productos que mete en su carro y también de los que no, suele habitar un ser que cambia de color a medida que pasa el tiempo, de normalito a verde, rojo, morado y azul para pasar a un negro intenso cuando sale de este centro de perversión porque no puede creerse que esa criatura de la que un día se enamoró se haya convertido en Gollum, es que no lo puede soportar.
El caso es que el súper es un buen observatorio del ser humano. En él convivimos todos en relativa paz social, sólo truncada a la hora de pagar o hacer cualquier tipo de cola. Esto sucede cuando multitud de personas se arremolinan entorno a una sola caja, y uno de estos profesionales, con su buena voluntad, señala que por orden de cola se pongan en otra máquina registradora, es como si declarase la guerra, todo vale, señoras que apenas pueden andar, corren, y las personas aparentemente educadas pierden la compostura en un acto reflejo que nadie piensa. Y es que el súper es un buen ejemplo de capitalismo, todos queremos saberlo todo, llegar siempre los primeros y tener lo mejor a buen precio (eso es lo que creemos), pero sin pensar demasiado y siempre dejándonos llevar por la publicidad
subliminal, que haberla, hayla.