Hace unas cuantas semanas recibí una llamada para el traslado de una embarcación desde una nave perdida en un polígono industrial de un pueblecito llamado Benimuslem, con algo más de 600 habitantes, hasta Valencia. Como en la mayoría de
las ocasiones, quedé con el propietario para ver la embarcación y ver las posibilidades de éxito de la operativa, ya que en este caso así se requería.
Allí perdido entre Alzira y Masalavés aparecía tímidamente ese pueblo, en el que solo se podía ver la soledad de sus calles y algún que otro cliente sentado al costado de la carretera bajo el toldo de ese bar con sus todavía sensaciones de antaño. Solo al final del pueblo se divisaron unas naves industriales que nada hacía pensar el tesoro que dentro de una de ellas se escondía.
La soledad seguía fluyendo por las calles del polígono. Al llegar a la nave donde habíamos quedado golpeé con el nudillo la puerta y una voz a lo lejos me invitó a pasar y con cierta precaución abrí la puerta, y en un lateral de la nave aparecía en alto una auténtica joya de la nautica. Se apreciaba que la proa de ese casco no había cortado agua alguna y que estaba todavía por terminar. En lo alto de la cubierta apareció un tipo delgado y con melena rizada que se apresuró a bajar por un andamio a medio instalar en su popa, pero a pesar de ello bajó como si hubiera estado años haciéndolo. Nos presentamos y empezaron mis preguntas
…. Cada respuesta que obtenía me iba dejando cada vez más atónito.
Hace 5 años hubo alguien que se puso a diseñar sobre un papel un velero y con algún que otro préstamo bancario puso en marcha la construcción de un sueño, y solo contaba con sus propias manos y otras manos morenas que siempre que tenían un rato apoyaban y ayudaban a esas otras manos que con valentía fueron perfilando la gran joya que de momento estaba plasmada en un papel.
Llegó la crisis y los bancos dejaron de apoyar el proyecto que tanto le había costado empezar, y se vio avocado a tomar la triste decisión de abortar tan soñado proyecto. La única fuente posible para disponer de dinero para seguir adelante y cumplir con tal sueño era empezar a hipotecar casas en propiedad e incluso casas de familiares que tenían depositada tanta confianza en esas manos que no podían cortar tal sueño.
Después de 5 años de sufrimiento, poco tiempo libre y horas y horas invertidas en ese deseado casco llegaba la hora de echarlo al agua y ultimar allí tal joya. La operativa para hacerle abandonar su nido de maderas y hierros que lo sujetaban, empezaba a las 07:00 de la mañana de un viernes. 2 grúas y un camión con plataforma especial para semejantes traslados, con mucho mimo, y tras posicionar las eslingas en los puntos estratégicos para ello, di la orden a ambas grúas a izar milímetro a milímetro la vida, tanto de un antes como de un después, de esas cuatro manos que lo habían creado con tanto cariño y esfuerzo.
Empezaron los ruidos habituales de la madera tirada por las eslingas y de la madera que como nido sujetaba tan bello casco, y que finalmente también caía al suelo. Ya izado a un palmo de su antigua posición doy orden de parar y así lo dejé unos segundos, asegurándome de la buena respuesta del barco, y que a su vez era toda la vida de esas cuatro manos que seguían teniendo su corazón en un puño.
Tras 7 horas de operativa, ese caso de 15 metros de eslora y 4.80 de manga, empezaron a desplazarse por esas carreteras como si de mares se trataran, y así de paso iba aprendiendo cómo tenía que hacerlo por el mar, que para ello se había creado.
No quedó más remedio que atravesar las que días y horas antes eran unas calles tranquilas y desiertas, pero que en ese momento se convirtieron en las Ramblas de Benimuslem, y que nada tenían que envidiar a nuestra calle Colón en Valencia.
Estábamos rompiendo la monotonía y la tranquilidad de esas calles que se vieron alteradas como si de un gran acontecimiento se tratara, el antiguo circo o yo que sé. Todos estaban atónitos ante tal grandiosa y semejante belleza. Tras una eterna hora de camino a Valencia, esas cuatro manos que veían su vida pasar por cada metro de asfalto que separaba Benimuslem de Valencia, iban logrando su tranquilidad de ver que pronto iban a tener su bebé casi o al lado del agua, que era donde debía de estar.
Creo que esto fue otra lección de pundonor y sacrificio, la apuesta por un sueño y por un futuro. Quizás haya sido una de las operativas que mas nervios he pasado, los sudores no paraban de emanar de mi frente con solo pensar que tenía en mis manos y pendiendo de dos hilos todo el futuro de mis ya dos amigos.
Bueno esta semana otra nueva lección en la vida … gracias Ximo y Jane por esta lección.
Nacho Cigalat
nacho.cigalat@yachtsinmotion.es