Hace ya bastantes semanas comentaba el fantasmagórico final al que están condenados los grandes buques del comercio marítimo del mundo. El lugar que les espera está en las playas de esos países donde la desidia, el hambre y las ganas de vivir son muy escasas.
En estas playas se van desguazando de forma infrahumana cada trocito de estos colosos por cada uno de esos esqueletos vivientes sin ningún objetivo en la vida, simplemente el subsistir día a día.
Tal y como comentábamos no solo el paso del tiempo afecta a los súper-buques, sino que los bonitos y llamativos barquitos de recreo también se ven afectados por el paso del tiempo y la dejadez del propio armador a su cuidado.
En estos tiempos de crisis un número significativo de armadores abandonan sus barcos al no tener presupuesto para su mantenimiento. Cuando el barco es viejo, la dejadez conduce sin remedio a un deplorable estado de abandono, del que con seguridad el barco ya nunca se recuperará. En el mercado de ocasión se encuentran barcos con bastantes años pero bien cuidados a muy buen precio, lo que refuerza la falta de interés en reparar o hacer simplemente un completo “refit” a los más abandonados.
Muchas marinas ocupan amarres con barcos en muy mal estado, que en muchos casos llevan lustros enteros sin navegar. Y esto representa a su vez, como ya hemos comentado anteriormente, un obstáculo para la venta de barcos nuevos al ocupar plazas de amarre y crear un ficticio stock en el mercado de ocasión de unidades en muy mal estado. En amarres públicos, en muchas marinas secas, en terrenos baldíos por toda nuestra geografía se encuentran restos de lo que en su día fueron bellos veleros y barcos a motor de recreo.
Vamos, que como siempre he dicho “hay que tener suerte hasta para nacer”, no solo el hecho de nacer, sino también en el seno familiar en el que te toca vivir o en algunos casos mal vivir.
Pues esto llevado a la muerte de los barcos y buques también tendría significado pero cambiando la palabra nacer por muerte. Los buques y barcos que acaban en esos cementerios que hemos comentado verán su muerte lentamente llegar entre hierros, pudredumbre y muertos esqueléticos, acabando por ser abandonados cuando ya no quede prácticamente nada que aprovechar nada de ellos.
Sin embargo, hay otros barcos que tienen la “suerte” de hundirse lejos de cualquier costa donde las “pirañas” acabarían con ellos, y acaban siendo cuna para esos fondos marinos idílicos, plagados de colores donde la vida cada día se disfruta más conforme va creciendo la propia fauna marína entre todos sus rincones.
La fauna submarina adora los pecios.
Con el paso del tiempo se incrustan en la estructura plantas marinas, sobre todo organismos filtradores si el pecio está en zona de mareas. Los peces aprovechan el refugio y protección que ofrece el barco. Los peces pequeños suelen rodear el pecio, morenas y congríos se esconden en sus agujeros, y los peces grandes merodean alrededor para alimentarse de los pequeños.
Las vastas extensiones de arena del fondo del mar no son más que enormes desiertos en donde los peces no pueden sobrevivir, pues necesitan rocas y oquedades para establecer los territorios. A los pocos años, cualquier pecio se llena de vida subacuática y por tanto representa un valor ecológico tangible. De hecho se fabrican bloques en cemento y otros materiales que una vez sumergidos permiten crear arrecifes artificiales.
Entre los huecos de cualquier barco hundido se esconden y prosperan comunidades de peces que aprovechan estos espacios para protegerse de los grandes depredadores. Por ello el mejor lugar para los barcos viejos es el fondo del mar, previa preparación y descontaminación, para crear esos paraísos de colores y vida.
De este modo, muchos de los nuevos pecios han seguido criterios ecológicos más estrictos y han compaginado varias funciones; turísticas, recreativas, ambientales y científicas.
Ya que tienen que morir que sea en el fondo del mar, es más útil para la fauna submarina y los buceadores, pero sobre todo mucho más poético.
Si no fuera por estos ratos...
Nacho Cigalat
nacho.cigalat@yachtsinmotion.es