Tras las largas vacaciones de estas pasadas Navidades y rematadas con la apoteosis del puente final, nos encontramos ahora con unos niños que han perdido el hábito de lo cotidiano y con muy pocas ganas de volver a lo que es su normalidad, que en definitiva también es la nuestra. Pero no solamente a los niños les cuesta entrar en la vereda normal de su trabajo diario, es que los profesores y el resto de adultos en activo vienen a manifestar lo mismo.
Y ahora nos tenemos que hacer a la idea de que hasta las mismísimas fallas no tenemos ningún día de descanso extra, vamos que de estas últimas vacaciones a los siguientes días de “descanso” hay una eternidad.
Hace unos días, en Navidad, me paré a leer un curioso artículo sobre el derroche, y decía… como no tenemos suficientes fiestas nos hemos buscado distintas cosas que celebrar. El día de la Comunidad, el santo patrón de nuestra ciudad, nuestro cumpleaños, la Navidad o el Día del Trabajo. Son pequeños homenajes a nosotros mismos que solemos celebrar con los demás. Es saludable y civilizado; por una parte rompemos la rutina y, por otra, compartimos vivencias y alegrías con otras personas.
Parece que nos alegramos más del cumpleaños de un amigo o de un hijo si se preparan víveres en demasía. Además, esa comida y esa bebida suelen servirse en vasos y platos, y con cubiertos, manteles y servilletas desechables, casi siempre de colores y con dibujos. Es decir un montón de papel y de plástico que sólo se utilizará una vez y con ellos irán a cualquier vertedero un montón de materias primas derrochadas, tintas y otras sustancias contaminantes y una buena dosis de energía utilizada en la fabricación de estos elementos.
No solo La Navidad es el momento del año en que somos, casi por encima de todo, consumidores, sino que hemos buscado otros huequecitos para extender todos estos despropósitos durante el resto del año.
Pero a todos, sin pedirnos permiso, todos los años, durante más de un mes, la Navidad no sólo nos espera en la calle sino que, además se nos mete en casa. Bueno, en realidad no es La Navidad lo que nos persigue sino el consumo navideño, que es otra cosa, y que poco tiene que ver con el humilde portal de Belén. ¿Cómo puede ser que el besugo valga un día x y a la semana siguiente suba al doble?, ¿es normal que todos queramos comer langostinos el mismo día?, ¿cómo es que a todos nos hacen falta un jersey y un abrigo nuevos al mismo tiempo?
Los niños son el principal objetivo de la publicidad y el marketing navideño. Muchos padres pagarían porque se estropeara la tele a la hora de los anuncios que rodean a los programas infantiles de la tele, porque saben que durante las semanas previas a La Navidad, las palabras más oídas en la casa serán “me lo pido...”, “cómprame...”.
Por si todo esto fuera poco, cada vez hacen que dure más la Navidad; empieza cuando todavía falta más de un mes y las tiendas permanecen abiertas mientras quede una sola persona por la calle buscando la última novedad o el último capricho que anuncian en televisión. Además aparecen celebraciones y costumbres que no sabemos de dónde han salido. Para muchos no había más noche mágica que la del 5 de enero, como debe de ser, pero algunos padres de hoy ven aparecer a Papá Noel en un trineo tirado por renos y a los pocos días no les queda más remedio que poner comida para los camellos de los reyes magos. A ver si se enteran estos padres …
!! Que Papa Noel no fue a Belén ¡¡
Se supone que en Navidad se trata de celebrar la humildad, la paz y la fraternidad, pero ni nos acordamos de los humildes, ni pensamos en todos los lugares donde hay guerra ni nos sentimos de aquellos que jamás recibirán una cesta llena de botellas y turrones. De repente todos somos más ricos de lo que éramos y empieza la gran fiesta del consumo. No nos importa derrochar, ya no pensamos en los envases ni en el ahorro energético y no nos acordamos de que vertedero que no queremos, pero que llenamos de residuos, entre otras cosas, con el árbol, el muérdago y el acebo que tan tranquilos estaban en sus bosques hasta que a nosotros nos ha dado por llenarnos de símbolos de paz en vez de paz de verdad.
En fin … a seguir y paciencia hasta Fallas.
Nacho Cigalat
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