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La bitácora del puerto
VM, 28/10/2010

Como vimos semanas atrás, cuando contábamos la historia del barco fantasma Mery Celeste, los barcos fantasma son aquellos barcos que navegan a la deriva, sin tripulación que los gobierne, dirigidos por el viento, las olas, las corrientes y las mareas. Parece ser que sus tripulantes abandonaron estos barcos antes de hora pensando que iba a zozobrar.

Otros ejemplos de barcos fantasma son "El Octavius" hallado en 1775, 13 años a la deriva, o "El Baychimo", avistado en varias ocasiones a lo largo de 38 años pero nunca rescatado desde que se perdió en los hielos en 1931.

O el caso del reciente “Jiang Seng” de 2006, que en próximas semanas contaremos su historia.

Quizás una de las leyendas más conocidas es la del “Holandés Errante”, que data de más de 500 años atrás, y que cuenta la maldición que recayó sobre su capitán que era holandés y desafió al mismísimo Dios y se dispuso a doblar el Cabo de Hornos durante una horrible tormenta que llevo a la muerte a toda su tripulación.

Desde entonces vaga sin rumbo y sólo de vez en cuando puede arribar a tierra en busca de una mujer que le amase, lo que le redimiría de su culpa y podría morir en paz. Han sido numerosos los avistamientos de este barco a lo largo de la historia, unas veces bajo una densa bruma, las mayoría de las veces durante una oscura noche y es en estos casos cuando al verlo desprendía un halo misterioso, una luz tenuemente azulada que dejaba entrever lo fantasmagórico del caso.

Ha habido avistamientos de este barco incluso en el siglo pasado, hasta en 1975 se ha detallado alguno.

Fue en 1680, cuando el “Holandés Errante” estaba gobernado por el capitán holandés Hendrik van der Decken, navegaba desde Amsterdam hacia la colonia de Batavia, en las Indias Orientales. El capitán, experimentado hábil marino, aventurero y fanfarrón que gozaba de muy mala reputación y pocos escrúpulos, había sido elegido por su experiencia para el mando de la nave. Todo parecía ir bien, pero cuando llegaron cerca del cabo de Buena Esperanza, un repentino temporal les sorprendió, haciendo jirones las velas y destrozando el timón. Los días pasaban y el barco era zarandeado a la altura del cabo, incapaz de avanzar frente al viento que soplaba en dirección sudeste. Según la leyenda, Van der Decken se enfureció cada vez más al ver que ninguna de sus habilidades y conocimientos de navegación le servían para bordear el cabo.

Los pasajeros, aterrorizados, rogaron a Van der Decken que se refugiara en un puerto seguro o que, por lo menos, arriara velas a intentara capear el temporal, pero el enloquecido capitán se rió de sus súplicas y, atándose al timón, comenzó a cantar canciones sacrílegas. Frenético, lanzó un espantoso juramento, gritando potentemente sobre el estruendo de la tempestad:
“Desafío al poder de Dios a detener el curso de mi destino y mi resuelta carrera. Ni el mismo diablo despertará mi temor aunque tenga que surcar los mares hasta el día del juicio”.

La tripulación también se alarmó por la conducta de su capitán e intentó hacerse con el control de la nave, pero el intento de motín fue sofocado cuando Van der Decken arrojó a su líder por la borda, mientras los aterrorizados pasajeros y la tripulación se encomendaban a Dios. En respuesta a sus plegarias las nubes se abrieron y una luz incandescente iluminó el castillo de proa a la vez que surgía una figura gloriosa que, según algunos, era el Espíritu Santo, mientras otros dijeron que era Dios. La figura se enfrentó con Van der Decken y le condenó a recorrer el océano eternamente, “hasta que las trompetas de Dios rasgasen los cielos”, siempre en medio de una tempestad, y provocando la muerte de todos aquellos que le vieran.

Su único alimento sería hierro al rojo vivo, su única bebida la hiel, y su única compañía el grumete, a quien le crecerían cuernos en la cabeza y tendría las fauces de un tigre y la piel de una lija. Sin embargo, con estas palabras la visión desapareció, y con ella todos los pasajeros y tripulantes. Van der Decken y el grumete quedaron abandonados a su destino, y por ahí van asustándonos.

Y en algunos casos, tristemente, todas estas naves fantasmas me recuerdan a otras que pueblan por aquí en nuestros polígonos industriales fantasmas, sin tripulación e incluso sin patrón. Fabricas, almacenes, se alquila, se vende... y aunque en algún caso no lo ponga, también ... se subasta porque ha sido embargada previamente a alguien.

Por Dios que se acabe esto ya ¡¡¡

Nacho Cigalat
nacho.cigalat@yachtsinmotion.es


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