Veintepies :: La bitácora del puerto

OPINION

  Conectar  
|
  Registro  
Veintepies : Opinión
      

La bitácora del puerto
VM, 08/10/2010

Hay profesiones que, además de ser un medio y modo de vida, llevaban consigo el romanticismo de otros tiempos.

Hoy sólo los que vivieron en el faro, saben que aquella profesión que exigía mimos, cuidados minuciosos y un amor sellado de por vida con el mar, nunca volverá, pero aún queda alguno de ellos que aprovecha muchas tardes para sentarse junto al faro a leer y escuchar las olas romper contra él. Lo cierto es que el halo de misterio y encanto que rodea la vida y el mundo del farero y que nos cautiva a muchos, tiene mucho de literatura y de idealización. No debió de ser tan atrayente esa vida y ese trabajo como podemos pensar hoy en día.

Cuando el farero era un farero de verdad, tenía que cambiar las bombillas, limpiar el faro y marcar el ritmo de las señales si algo no funcionaba como debía, y se dedicaba en cuerpo y alma a su profesión. Aparte de la dura faena que suponía permanecer vigilante al fuego de las hogueras o a las lámparas de aceite primero, y a la linterna después; la soledad y el aislamiento forzado, dependiente en todo momento de la clemencia del mar, suponía un más que considerable motivo para desear estar en otro sitio haciendo otra cosa. Pero cuando el mar y el viento se aliaban para abofetear las vidas de los fareros y los marinos, aquello podía convertirse en la más virulenta de las condenas.

Son innumerables las historias de sacrificios, calamidades, privaciones y sufrimientos, a las que debemos añadir los peligros y los apuros durante las tempestades y los temporales de viento y agua que padecían los fareros y sus familias.

Algunas de ellas parecen sacadas de libros de aventuras, o ¿más bien desventuras?, o de los episodios del romanticismo más extremo y oscuro.

Cada faro lleva ligadas a su nombre muchas desgracias dignas de ser recordadas.

El 23 de febrero de 1982 un rayo reventó los cristales de la linterna del faro de Cabo Mayor y destrozó literalmente toda la maquinaria. Esta avería obligó a los fareros, durante toda la noche, a girar manualmente la lámpara y a cronometrar con su relojes la frecuencia de los destellos.

El Faro The Smalls en Gales, vivió una de las escenas más macabras. Se vio ondear la bandera negra de solicitud de ayuda urgente, la tormenta atroz impedía a las barcas de salvamento alcanzar el faro, pero pudieron ver a un hombre agarrado al mástil de la bandera en la galería exterior. Cuando por fin se aplacó la tempestad y pudieron acudir al rescate, descubrieron que aquél era el cadáver de uno de los fareros, que había muerto de manera repentina, y el otro había sacado fuera porque no sabía qué hacer con él mientras llegaba la ayuda.

En Belle Isle (Francia), una noche de abril de 1811, el farero del Faro Kerdonis enfermó repentinamente al mismo tiempo que se estropeaba la maquinaria de rotación del faro. Y tienen que ser su mujer y su hijo de diez años los que pasen toda la noche dando vueltas manualmente a la gran óptica. Al amanecer ella fallece exhausta y el farero también muere.

El caso que vivió el Faro de las Islas Columbretes fue que un vapor zozobró y con ayuda del farero y su familia la tripulación pudo ser rescatada. Los días pasaban, el temporal no amainaba y las provisiones se agotaron. La situación se hizo tan desesperada que los náufragos llegaron a pensar en tomar a la hija del farero como alimento. El farero y su familia se hicieron fuertes evitando así el macabro plan, hasta que por fin fueron rescatados.

El record de instancia en el faro, lo protagonizó la familia Quemeré que dío a luz a tres niños en un periodo de cinco años.

El suministro al faro llegaba cada dos semanas. Una autentica valentía de la época.

Desde luego, el farero de hoy en día lo tiene mucho mejor. La soledad no es forzada. El farero solitario es el farero que quiere ser solitario. Supongo que la vida de este farero es la vida que envidio un poco. Y la vida de los fareros ancestrales, es la que desde luego más admiro.

Hoy día hay países como Croacia que se están volcándo con estas fantásticas estructuras y dándoles la vida que perdieron en antaño. Hoy día prácticamente todos los faros que se han ido cerrando, por culpa de los avances tecnológicos, se han ido transformando en hoteles para que todo el mundo los pueda disfrutar.

Esta es otra de las grandes ideas que podemos ir copiando para aprovechar esos edificios que han vivido con la soledad de su farero y que tiene tantas ganas de mostrarse al mundo con una nueva actividad, es decir … se han ido reciclando. Y seguirán erguidos apuntando hacia el cielo presumiendo de que todavía sirven para algo importante.

Y esto se puede aplicar a todo y a todos.

Nacho Cigalat
nacho.cigalat@yachtsinmotion.es


pic

 

Back to topVolver arriba