Tropiezos
Desplazados
Avirul, 02/03/2007
Nos levantamos con la cabeza como si llevásemos escarafandra. Dispuestitos a subir a la luna, porque con el fiebrón que tenemos no necesitamos ni cohete, “ni na”. Llamamos al trabajo para contar que somos inservibles para el mundo y sobre todo poco productivos con la acelga que tenemos por cerebro. Y ahora viene el momento cumbre, donde nos acuden todos los males mundiales. Aunque no queramos no nos queda más remedio que ir al médico. Al que vamos exclusivamente, porque nos tiene que hacer el correspondiente justificante de que estamos a un paso de la tumba, que si no ni nos movíamos, porque hay que ver. Y mira que no nos queremos quejar. Tenemos una Seguridad Social de lo mejorcito del mundo, pero eso no quita que a los desplazados nos coloquen lo que nadie quiere. Es decir cada día un médico diferente, nadie tiene historial nuestro, que para qué si no somos de aquí y no votamos; y tenemos el mismo peso específico que un cero a la izquierda. Depojos sociales que no cotizan en la autonomía en cuestión por lo tanto “chupozteros” a exterminar lo antes posible.
Es que ya por el simple hecho de llamarnos “Desplazados” nos marginan. Todo está en nuestra contra, hasta nuestro propio cuerpo, que se ha vuelto imbécil, y nada más llegar al lugar en cuestión donde tendremos que esperar hasta que nos llege la luz divina esa del final del tunel, se entretiene, a su bola, recogiendo todos los virus que no tengamos repes. Así que teniendo en cuenta que cada vez que entra un desplazado a un centro médico abren las compuertas de los virus hechos exclusivamente para forasteros, se pueden imaginar los cargaditos que vamos a salir de aquí.
Colmados, esa es la palabra, porque curarnos este médico no creo que nos cure pero sí se va a pegar unas super vacaciones a costa de alguna farmaceútica porque ha gastado un recetario entero para nuestra gripe. Así que de allí salimos con nuestro justificante, gracias a dios, carta blanca para drogarnos durante un mes entero y todos los virus del mundo mundial.
Ya sólo nos falta ir a la farmacia de siempre, decirles que nos den algo para la gripe sin receta y barato, y volver a la cama para acomodar a la cantidad de personal que acabamos de incorporar a nuestro recetario de bacterias mutantes, a ver si se nos olvida esta mala hostia contenida que nos deja sentirnos perros verdes con pulgas azules en el mundo de la normalidad absoluta de “tos semos de aquí menos tu”.