Existen mentes privilegiadas que opinan que el respeto es cuestión de cargos, que se puede infundir a golpe de mano dura y decretazos, pero al contrario de lo que opinan estas grandes personalidades de la cultura española, el respeto es algo que se ganan las personas de sus congéneres en el día a día, a medida que se va conociendo la calidad humana y profesional de algunos seres el resto de los mortales que conviven con ellos les van teniendo ese respeto que tanto nos gusta aparentar, y muy al contrario a medida que se conoce a otros se descubre que por mucho que trepen en la escala social, económica, empresarial e institucional siempre serán individuos de baja estopa que el único respeto que merecen es el mismo que requiere cualquier otro ser vivo, es decir el mismo que le podemos tener a una lechuga. Pobres mentes enfermas que en su mismo yo encontrarán su infierno.

El respeto es uno de esos conceptos intangibles, como la dignidad, que son difíciles de crear y muy fáciles de perder. Un largo camino que no conoce de pobres, ni ricos, ni recorre el que más tretas sepa, sino aquel que poco a poco va creando un aura a su alrededor hasta que este calificativo se posa sobre su cabeza de una manera universal e incluso a veces tangible. Es muy difícil de conseguir desde todas las partes implicadas pero existen casos incontestables.

Un bien que no se compra, ni se vende. Aunque muchos quisieran adquirirlo en un todo a 100 o en una tienda donde la exclusividad es excluyente. El respeto pertenece al sentir humano que se transmite con actos y voluntades.

Una lección que se podría aplicar más de un gobierno o cualquiera que quiera imponer leyes al margen de la mayoría. Estos errarán y pagarán tarde o temprano por no conocer las entretelas del sentir humano.

La motivación y ganarse el respeto ajeno es, en muchos casos, el primer paso hacia el éxito.