Tropiezos
Sin salida
Avirul, 15/12/2006
Una jornada que comienza estando encerrados en nuestro propio coche sin poder salir por ninguna de las cuatro puertas no puede ser un buen día por mucho que madruguemos, y es que aparcar está tan mal donde nos ganamos las migajas del pan con el sudor de todas las partes de nuestra anatomía, que nos vemos obligados a endosar nuestro utilitario en cualquier hueco, aunque de antemano sepamos que no cabe.
Maniobras orquestales que pasmaron a cuantos transeúntes quisieron entretener la mañana con los equilibrios, encogimientos y estiramientos de extremidades y demás de una persona que precisamente por levantarse demasiado pronto de la cama, no se encontraba en el mejor momento neuronal que digamos. Y es que hay días que mejor dormir a pierna suelta hasta la noche, en vez de tener que soltar las patas “pa’un lao y otro” de buena mañana.
Signo inequívoco de que lo que nos esperaba no podía ser bueno, sólo de pensar el nerviosismo extremo que pasamos. Largos minutos que nos parecieron semanas, sin precio para el Circo del Sol, a lo José Luis López Vázquez en “La Cabina” en los que tuvimos que reptar por todas dependencias de nuestro coche probando por qué espacio nos cabía nuestro hermoso y nunca bien ponderado trasero.
Del asiento del conductor hasta el del copiloto, con cara de por ahí seguro que entramos,
soplamientos generales al descubrir que nos luxábamos algo si lo intentábamos y enorme depresión de patas incluida para poder acceder a la parte trasera del coche, con la pequeña esperanza de poder salir victoriosos de aquel “fregao” aunque sólo fuera para darle en los “morros” a las personas que se atragantaban mientras fumaban en la calle. Rubor supremo al comprobar que tampoco, y extremo al tener que volver a la posición inicial, con alto riesgo de desgarro en alguna parte de nuestra anatomía o vestimenta, además de la cantidad de porquería que esparcieron nuestros “piecitos” por todo el utilitario después de pisar hasta en los reposacabezas. Una manera fenomenal de comenzar el día haciendo ejercicio. Sin contar con el mazazo para el ánimo consecuente de tener que volver a salir del micro espacio para volver a aparcar en ninguna parte.