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OPINION

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Tropiezos

Miedo
Avirul, 20/10/2006

El mal momento comienza ya cuando sabemos la fecha en la que nos pincharán entre la multitud del ambulatorio. Día desde el que comenzamos a elucubrar el qué pasaría....si no vamos, si por descuido comemos antes....o ya a las bravas, no disponemos a ir directamente a pedir otro día de análisis.

Pero nos damos cuenta que será alargar la agonía y le echamos valor. Todo el que somos capaces de echarle a algo a las ocho de la mañana que ni somos conscientes de nosotros mismamente y entonces podemos ser todo lo valientes que queramos.

Todas estas prevenciones no son gratuitas, porque nuestras venas son raras y se esconden, tendemos a marearnos cuando vemos sangre y todo lo que represente más de un cortecito que se pueda arreglar con una tirita nos provoca los vértigos de la muerte. Así que después de estar más de una hora esperando a que nos llamen y ver desfilar a "sienes y sienes" de ciudadanos con el brazo encogido, nuestro terror crece y nos vamos preparando mentalmente y físicamente, arremangándonos todo lo que podemos y mirando a ver si por nuestra cuenta encontramos alguna venilla y que ellos no nos tengan que hurgar demasiado.

Tiempo que nuestras venas aprovechan para ocultarse rastreramente detrás de esos hermosos huesos que nos caracterizan, como a Garfield, que somos anchos de huesos, vamos. El caso es que en el momento que nos colocan esa goma que corta la circulación de nuestro brazo, nuestro ánimo comienza a perderse el solito.

Primer intento fallido, por nuestra culpa. Nos dicen "a ver bombee con la mano" y sin mirar es muy difícil saber cuándo parar. Así que después varias incursiones en diferentes partes de nuestras extremidades superiores, se nos cae el sistema al completo y amanecemos en una camilla con las patas "pa'rriba" la goma puesta y un enfermero que nos dice “tranquilícese, se ha desmayado pero en cuanto se le pase volvemos a intentarlo”.

Aquí estarán conmigo en que por muy “cagaos” que seamos, el cinismo está llegando a límites insospechado en el mundo.

¿Cómo nos vamos a tranquilizar, ¡señor! En esta posición de equilibrista, la pinta de yonkis que llevamos, y esta cabeza que la debemos tener como Naranjito del golpetazo, con un dolor machacón, mientras nuestras neuronas “revolicadas” asisten inpertérritas al espectáculo de ver como le pinchan a medio barrio?


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