Tropiezos
Saludables...(II)
Avirul, 22/09/2006
Nos encontramos inmersos en un vestuario de gimnasio al uso. Haciendo esfuerzos sobrehumanos por comportarnos con la mayor naturalidad posible. Buscamos nuestra taquilla sorteando a varias personas desnudas. Componemos nuestras altas dosis de pudor. Y a la una, a las dos, y...a la...velocidad de la luz nos desvestimos e intentamos meter la cabeza donde tenían que ir los brazos, y los pies, uno para ser sinceros, por donde va la cabeza, con lo que nos tememos que volver desnudar para serios disgustos neuronales. La segunda vez somos más cautos, tenemos todos los miembros sacados por los agujeros correspondientes pero hay un pequeño inconveniente, no respiramos.
No tenemos arreglo y además, somos imbéciles, por dejarnos engatusar por aquella anoréxica que repetía constantemente que la lycra cede mucho. Encima nos hizo tanta ilusión meternos en una talla muy por debajo de nuestras posibilidades que hasta le hemos quitado la etiqueta a la prenda que nos hace las veces de camisa de fuerza.
Pero el mal trago no sólo lo pasamos en el vestuario, sino que continua, hasta que nuestro cuerpo se acostumbra a moverse bajo presión, es decir nunca. Así que de repente nos hemos convertido en “Mazinger Z” y desde luego el tejido es tan cómodo, tal y como nos aseguró aquella famélica, como unos slips de cardos y oye lo que son las cosas, ralentiza considerablemente nuestros movimientos.
De tal guisa, se pueden imaginar nuestra movilidad punta. Aún así, andando como las Muñecas de Famosa en aquellos anuncios tan bonitos de Navidad, nos disponemos a colocarnos en algún lugar donde no molestemos mucho, sonreír como si nos hubiera tocado el gordo de navidad, y ser lo más simpáticos que nuestra rigidez corporal nos permita. Pero el caso es que a pesar de los esfuerzos, nos da la impresión de que molestamos como un elefante, estamos mucho más obesos que nadie (a pesar de la faja de cuerpo entero que llevamos puesta) y, por supuesto, le caemos mal a todo el mundo. Seres aeróbicos que nos miran por encima del hombro, incluido el espejo que refleja a “Michelín” embutido en el traje de la “Barbie”, esa que vino con el “Maquillaje de la Señorita Pepis”, de regalo, porque nuestra cara de la presión refleja todos los colores del Arcoiris, sin precio alguno para una manifestación gay.
(Continuará...)