Cómo puede ser que exista gente tan redicha que a pesar de conocer lo que mundialmente conoce el mundo mundial se erijan como descubridores de América y el huevo de Colón, juntos.

Son esos seres que siempre tienen la verdad absoluta, que siempre trabajan más que nadie aunque no den ni chapa, que son siempre los mejores, y siempre están en el momento adecuado y en el lugar preciso. Cómo si no, se explica que alguien pueda contratarlos con la cantidad de taras que tienen.

Es una pena lo que se pierde la ciencia sin estudiar estos casos crónicos de sapiencia, sobre todo para poder librarnos al resto de los mortales de sus incisos a destiempo y lugar. Y es que no hay nada que peor le siente normalmente a las personas humanas que alguien les explique como si fuesen retrasados con pelos y señales lo que ya saben de sobra.

Pero hay que sufrirlos de alguna manera, así que lo único que nos queda es tener una paciencia infinita para no mandarlos cerca o mejor dicho, lo más lejos posible.

A veces pensamos que como puede ser que no se den cuenta de lo sumamente pedantes y maleducadas que resultan sus alusiones, pero parece ser que no, porque en el caso contrario no estarían siempre dispuestos a decir la sarta de estupideces que acude a sus bocas en el momento en que las abren. Es que alguien les debería decir que al hacer estas cosas a las que están tan acostumbrados lejos de dejar mal al otro lo único que consiguen es que el resto del universo los identifique como esos seres penosos, que de tanto decir obviedades parece que algún día conseguirán que les entre alguna en la cabeza.

Este, junto con el Triángulo de las Bermudas, es uno de los grandes misterios de la ciencia.

¿Por qué estos seres son así? Nadie tiene la respuesta, pero desde luego deberíamos saberlo para poder corregirlos o enviarlos a todos a una isla y que no sigan martirizando a sus congéneres.

Así, uno de los mayores castigos de la historia sería mandar personas normales a este reducto de tierra abarrotado de sapiencias andantes. ¡Ni Guantánamo!