Tropiezos
Cultura de masas
Avirul, 24/02/2006
Domingo por la tarde, depresión absoluta porque el fin de semana ha durado cinco minutos, las horas se escurren perezosas como una premonición de que mañana hay que volver a trabajar. Estamos metidos en el coche esperando en un atasco de padre señor mío, todo porque hay fútbol. Nada más surgir el comentario de la causa de todos los males, las personas humanas que viajan con nosotros deciden que para amenizar nos van a someter a la tortura más insoportable, escuchar todos los partidos que se están jugando en nuestro país al mismo tiempo, desde la primera división a la tercera regional.
Y nosotros pensamos: Los comentaristas deportivos nacen o se hacen, porque para tener ese pito de voz hay que practicar mucho, para qué tendrán que chillar tanto, pensarán que todas las personas humanas que los escuchan están sordas, es un concurso para ver a quién se le escucha mejor el gol, les estrujan alguna parte delicada de su cuerpo mientras afirman un nuevo gol, por qué no hay comentaristas mujeres. Son cuestiones que no podemos entender.
Tampoco comprendemos como puede ser que el resto de habitantes de este utilitario puedan seguir el discurso de cada uno de los partidos sin pizarra, ni papel y lápiz.
Desde nuestra más remota ignorancia en el tema a lo más que alcanzamos es a morirnos de hastío e intentar desconectar de tanto grito sin fuste.
Nuestro humor empeora a cada giro de rueda porque las colas son monumentales, todo para ver un partido en un bar donde el ruido alcanza cuotas insospechadas, la gente le grita a un aparato como si la vida le fuera en ello, mientras no quitan ojos de los 22 señores que le dan a un balón sin control alguno por cifras millonarias.
Acabamos pensando que no vale la pena tener ni hijos porque para traerlos a un mundo como este, en el que lo más importante en una ciudad es que gane su equipo, pues lo mejor es no crear más adeptos a la cultura de masas dominante.