En esta temporada que toca a su fin acabamos acostumbrándonos a extraños compañeros de viaje.

La mayoría de las personas están de acuerdo en afirmar que uno de los más molestos, casi en el tope de gama, porque proliferan, por no decir que crían a espuertas hijitos son las moscas y los mosquitos, que no son hijos, ni maridos, ni nada de las anteriores.

El caso es que nosotros, que aunque nadie se lo crea, somos muy listos y observadores, hemos hecho experimentos y la conclusión es que las moscas son animales de compañía. Sí señor. En una casa la mosca siempre estará contigo, vayas donde vayas, ella irá detrás. Nos les gusta estar solas.

Es más, en una casa de dos pisos, estamos la mosca y nosotros, lalala, lalala, decidimos subir al piso de arriba, y a los dos segundos, ya estamos acompañados por ese bicho diminuto con una inmensa capacidad para transformarse hasta adquirir la magnitud de una vaca, de tanto moverse y de lo pesada, o cariñosa, según gustos.

Además, tienen la ventaja de que no las tienes que sacar a pasear, no les tienes que dar de comer, no ladran, ni muerden y un montón de ventajas más que en estos momentos no somos capaces de vislumbrar aún pero que haberlas haylas.

Hay que reivindicar a estos animales que están tan denostados en nuestra sociedad. Porque, a ver, las mariposas, todo el mundo las ve con buenos ojos, como idílicos insectos, cuando no dejan de ser bichos de la misma especie. Hay que trabajar por reivindicar las moscas como animales de compañía, además, creo que sólo viven un día, de ellas podemos extraer una bonita filosofía de la vida que bebe directamente del "carpe diem".

Sólo un día y son capaces de dedicárnoslo íntegro a hacernos compañía, sin pedir nada a cambio. Eso si es fidelidad. Pongan una mosca en su vida, que además, ni siquiera la tendrán que poner ustedes porque vendrá ella sola.