Tropiezos
Tunelándonos
Avirul, 03/06/2005
A qué mala hora decidimos que íbamos a lavar el coche en un túnel del lavado, mira que nada más tener la idea ya sentíamos miedo, pero como la ignorancia es muy atrevida pues pensamos que si el de delante lo hacía porqué no nosotros.
Comenzamos a leer las instrucciones. Introduzca la tarjeta de lavado cuando vea el piloto de la máquina jefe encendido. Comenzamos bien, qué jefe y qué luz, porque allí no se le enciende una luz a nadie. Todo es mirar y mirar y nada de nada. El de detrás se pone nervioso.
Nosotros no nos aclaramos. Al final introducimos la tarjeta sin ver luz ni nada.
Con un principio de ataque de nervios importante seguimos leyendo. Posicione el coche. Cómo, ahhh, tú verás. A ver como lo encajamos, mientras leemos de refilón que un porrón de marcas de coche tienen que avisar al de la gasolinera antes de meterse en el berenjenal. Lo cual no nos deja más tranquilos. Ya lo hemos colocado y aquí no se mueve nadie. Perdón. Los rodillos de delante llevan tres horas dando vueltas. Lalala. Viene el de la gasolinera. Nos indica que hay que tener el coche encendido, el freno de mano bajado y la posición punto muerto.
Comenzamos a movernos, cuando de repente se nos aproximan a una velocidad considerable los miles de millones de enormes rodillos sin parar de girar. Nuestro coche no cabe. No cabe.
No cabe. Dios mío, qué vamos a hacer. Nos inundamos. Subimos la ventanilla. Cómo vamos a salir, en medio de esta marabunta. Nos morimos de miedo. No vemos escapatoria. No recordamos haber oído nunca noticias de alguien que se ha quedado atrapado en un amasijo de hierros en un túnel de lavado. Pero con lo desgraciados que somos, a nosotros nos pasa. Y esa barrera que se nos viene ahora encima qué es. Dios mío, por qué. Aire. Luz. Piloto verde.
Salimos. El mundo es de color de rosa, nuestro coche está reluciente, pero nos lo pensaremos dos veces antes de volver a entrar en un aparato de estos. Qué momento.