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OPINION

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Tropiezos

Acampadas
Avirul, 01/04/2005

Ya estamos preparados para vivir de nuevo el tormento de las acampadas de Semana Santa, esas que no se preciarán si los que las padecen no pasan un frío de miedo.

Acampada fija, porque no nos movimos del sitio en cuestión en los días que duraron estas torturantes vacaciones. Lo importante es dormir mal cuatro días, pasando un frío impresionante de noche y un calor agobiante en cuanto comienza a salir el sol.

¡Qué bonitas son las acampadas! Es que no hay nada como el camping, ese gran deporte de riesgo, sobre todo si se hace en compañía.

Una estancia de estas características suele acabar como el “Rosario de la Aurora” ya que nunca llueve a gusto de todos, sobre todo, cuando no se han montado bien las tiendas de campaña.

Nos tiramos cien años dale que te pego poniendo piquetas, quitando piquetas, estirando de aquí, sujetando allá, sin llegar a resolver jamás cómo se monta aquello que parecía tan fácil en el local dónde lo compramos. Mientras, nuestros vecinos han montado su iglú en dos segundos y nos miran extasiados. De vez en cuando hacen alguna apreciación molesta, a la par que poco constructiva, porque nosotros seguimos allí sin saber muy bien cómo terminar con la faena sin que nos falten, ni nos sobren, piezas. Nunca llegaremos a entender cómo y quién escribe estos libros de instrucciones tan raros.

Cuando por fin terminamos, echamos un vistazo general, y en nuestra panorámica descubrimos que no existe otra tienda peor montada y más ringada que la nuestra. Aun así hay que seguir adelante y resignarnos a vestirnos como si viviéramos en la casa de “Pin y

Pon” en los sucesivos días, a ducharnos con un miedo horrible a desintegrarnos al segundo de tocar con nuestros brazitos en la pared de la ducha y a soportar cualquier inclemencia, meteorológica o amistosa, que pueda suceder.

Que sucedió, porque al segundo día no nos podíamos aguantar ni a nosotros mismos, nos dolía la espalda, estábamos asqueados de estar en esta perpetua y gélida lona mal puesta y no habíamos pegado ojo en 48 horas, sin dejar de pensar en quién nos manda a nosotros venir hasta el culo del mundo a pasar tanta calamidad sin ningún fuste.


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