Tropiezos
Pánico en la gasolinera
Avirul, 18/02/2005
Llegamos dispuestos a dejar nuestro utilitario como los “chorros del oro”. Estacionamos como podemos en la caja de zapatos.
Salimos del coche e introducimos la moneda, acto que se simultanea con un zumbido extraterrestre que viene acompañado de una manguera que sale a propulsión en todas las direcciones poniéndonos a nosotros, nuestro coche y el resto de las personas y utilitarios que se encuentran a un perímetro considerable, perdidos de agua. Por mucho que nos esforcemos no somos capaces de coger con tino la dichosa manguera hasta que se acaba el dinero. Ya tenemos el maremoto montado.
Haciendo acopio de fuerzas, nos decidimos a meter otra moneda, con la manguera bien sujeta, claro. Cuando aquello comienza otra sesión de presión sin fin, nos damos cuenta que en la caja de zapatos el coche no está muy bien ubicado porque el culo sale un montón y en algunas zonas no cabemos ni la manguera, ni nosotros, pero no existe ninguna posibilidad de retorno. Cómo puede ser que no tengan botón de stop estos cacharros.
El caso es que da miedo vernos lavar el coche, sobre todo después de haber sembrado el pánico en el recinto y alrededores. No somos capaces de enderezarnos, porque cuando no tenemos que retorcernos como culebras para que el agua toque todos los puntos lavables del coche, nos enrrollamos la manguera esta que sale del techo a modo de fular, que mira que es difícil.
Estamos negros por terminar con esta operación, tenemos un estrés en nuestro cuerpo que no damos más de si, rezamos porque el dinero se termine lo antes posible para poder salir zumbando de aquí antes de que nos linchen.
De una cosa si estamos seguros. Ya nos podemos buscar otro lavadero porque a este no nos dejan entrar nunca más, y no sabemos si incluso enviarán nuestra foto a toda la cadena de gasolineras de la ciudad para advertirles del peligro que corren como dejen aparecer al desastre con patas en el que nos hemos convertido.