Menuda decepción la del Gordo, que no nos ha tocado, y además, sale a los cinco minutos de comenzar el sorteo, que ni siquiera nos ha dado la oportunidad de mantener la esperanza de que nos toque a lo largo de la mañana, que nada más empezar ya nos enteramos que este año tampoco vamos a ser felices de dinero, ni que nos vamos a despedir del trabajo con un corte de mangas.

No vale, lo tenían que haber vuelto a meter porque no es justo que lleguemos este día gris al trabajo con la esperanza de que sea el último, y nada más llegar nos tengamos que dar cuenta de que no vamos a ser millonarios, ni nada.

Porque si llegamos a trabajar y nos ponemos a escuchar y van saliendo premios y a nosotros no nos toca, igual que al resto de nuestros compañeros, que es un alivio, pues nos vamos haciendo a la idea de que este año tenemos que seguir pensando que el dinero no da la felicidad. Porque aunque todo el mundo dice que no compra porque le toque, es mentira, todos albergamos ese deseo. De que nos toque y...ejem...volvernos locos.

Así que después de la decepción del 22, como siempre, sólo nos queda pasar una Nochebuena en compañía de nuestros seres queridos.

Aunque, también hay que decir, que para algunos no es ni mucho menos una noche de paz, teniendo en cuenta que tienen que compartir mesa y mantel con los últimos seres que elegirían del planeta Tierra.

Pero para muchos otros, afortunadamente, es la noche esperada del año, en la que nos reunimos toda la familia entorno a una mesa humilde pero feliz. Encantados de estar otro año más juntos cenaremos esta noche, nos contaremos nuestras cosas, nos daremos los regalitos, cantaremos muchos villancicos y pediremos a Papá Noel, los Reyes Magos y a quien haga falta, volver a reunirnos en torno a una mesa como ésta el año que viene.

De todas formas, aún queda la del Niño, así que aún podemos descubrir, en breve, cuál es la felicidad esa que da el dinero. Ánimo.