Con la llegada de la Navidad, que ahora comienza en noviembre según los grandes almacenes, porque no nos pueden dejar mucho tiempo tranquilos, llegan todos aquellos tópicos que nos embargan como si se nos hubiera volado el cerebro de una buena ventolera.

Comenzamos con el árbol de Navidad, ese trasto que nos venden ya despeluchado de plástico, en las peores ocasiones, que se dedica a recoger polvo durante un mes.
El caso es que no paran de vendernos bolitas, figuritas, otros enseres inservibles y sobre todo, las luces, que en muchas casas sólo están en el árbol porque lo que es en el resto de los ocupantes es muy cuestionable.

Hay que ver que manía tiene la gente con que veamos las luces que le han puesto al árbol, que da miedo, porque a veces han cargado tanto al pobre que parece que se va a caer en cualquier momento. Pero lo peor es cuando para la ocasión el anfitrión decide que hay que apagar la luz. Nos da un miedo tremendo, porque nos vemos con cara de idiotas viendo como unas luces de lo más horteras se encienden y apagan, y que no dura un apagón, no, que lo tienen así hasta que nosotros conseguimos, de la mejor o peor manera, según los casos y lo inspirados que estemos, que lo quiten por dios, que no sabemos ya que decir. Comenzamos con ¡Qué bonito! Son chulísimas. Dónde las has comprado. Anda que bien. ¿Y esto no gasta luz? Pues a mi me han dicho que las facturas luego son enormes porque el esfuerzo que tienen que hacer las dichosas luces para encenderse y apagarse y además, llevarnos hasta el más absoluto aburrimiento es tan grande que se han dado casos de desahucio. Además del cortocircuito que te puede producir en toda la casa, que conozco casos de incendios y todo. En fin, que si te parece bien, haz el favor de encender la luz que nos va a dar algo, que los ojos nos hacen ya chirivitas y mira que no andamos demasiado bien de la vista, pero lo suficiente como para ver un bulto verde, lleno de bombillas y un ser humano que tiene puestas todas las luces en el árbol, que ya esta bien. Es que no hay derecho, que esto es agresión psicológica, hombre.