Tropiezos
El dios de las cosas pequeñas
Avirul, 08/10/2004
A pesar de que en teoría todos intentamos ser grandes y conseguir metas cada vez más inmensas, son las cosas pequeñas las que nos reconfortan cuando estamos más desesperados.
Es curioso, pero muchos de nosotros confiamos muchas esperanzas en amuletos u otros objetos sin valor aparente. Cosas pequeñas, que nos hacen sentirnos seguros. Un anillo, una estampa, una foto, un peluche, un llavero y un largo etcétera de bagatelas, para los demás, que para nosotros son el reflejo de nuestro universo particular.
Nosotros que luchamos día tras día para integrarnos más y mejor en este mundo consumista, resulta que rendimos homenaje en los momentos importantes de nuestra vida a esos objetos inanimados que nos salvarán de cualquiera de nuestras catástrofes diarias, a veces incluso ni siquiera son valiosos en otros momentos para nosotros, pero siempre tienen su día de gloria, como puede ser un pañuelo, un chicle o una tirita.
Y a veces somos más felices conquistando pequeñas batallas que grandes guerras que nos dejan como vacíos por lo que hemos dejado en el camino. La vida está llena de cosas pequeñas que nos hacen sufrir y ser felices, una nimiedad, vista desde fuera, nos puede llevar al cielo o al infierno. Quién no le ha cogido manía a algo que llevaba encima aquel día en el que se desencadenó una de esas pequeñas tragedias que vivimos continuamente, y al contrario.
Por ejemplo, el amor, un sentimiento que rodea toda nuestra trayectoria vital. En todas sus variantes está compuesto por millones de partículas pequeñas de las que depende nuestro estado emocional. Un tono de voz, una sonrisa, un cruce de miradas pueden salvarnos o destrozarnos la vida.
Es irremediable, ese dios de las cosas pequeñas nos lleva y nos trae sin que nuestra voluntad consiga escapar de su gran poder.