Hay días que amanecemos como si Rompetechos se hubiese reencarnado en nosotros.

Nada más levantarnos ya notamos que no estamos bien, pero no le damos mucha importancia porque de normal tampoco somos el colmo de la astucia, así que nos vestimos como mejor sabemos, es decir, con lo primero que pillamos en el armario, y nos dirigimos a nuestro lugar de trabajo, o también conocido como calvario necesario para poder pagar esa hermosa hipoteca que cuelga sobre nuestros hombros.

Pero no desviemos el tema, en estos días, que se repiten con demasiada frecuencia en nuestra vida, tanto que empieza a ser preocupante, al principio, nuestros amigos nos decían que necesitábamos unas vacaciones pero no podemos vivir en vacaciones perpetuas, que más quisiéramos, y la verdad es que el problema, que hemos determinado en denominar de Complejo de Ropetechos, persiste.

Veis es que no se puede, si es que tenemos el día, no nos centramos. A ver, que en estos días pasan cosas como que acompañas a otro ser humano a cualquier sitio, de esos que son de paso rápido, entrar, pedir y salir. Y de que se descuida el compañero nos hemos ido con el primero que ha salido del establecimiento. Siempre por error claro. Nosotros a la nuestra hasta giramos la cabeza, después de bastantes metros, y descubrimos a una señora pegada a un bolso, que no para de acelerar el paso, con cara de estar muy preocupada, aunque no es para menos, porque la pobre entró sóla al kiosko a comprar la revista y se ha traído a un amiguito con ella. Una pena. También hay que ver la cara que se le queda a la persona que nos acompaña. Pensando "pero si estaba aquí ahora mismo, dónde se ha metido”.

La vuelta es el momento más duro, porque a ver como explicamos lo sucedido sin que nos pongan una camisa de fuerza. Ustedes dirán que mi vida está llena de momentos duros pero no se olviden de que siempre habló utilizando la primera persona del plural porque por suerte o por desgracia estos malos días los tenemos todos, sino, no seríamos humanos.