En verano, las mujeres cambian las medias por las tiritas. Y es que prácticamente es imposible encontrar unas sandalias que no rocen, por muy buenas que se compren siempre hay una semana de kilometraje, como los coches, en la que hay que aguantar un dolor inhumano.

Además, es que no falla, el día que se estrenan sandalias se harán sin remedio los 100 metros lisos por cualquier motivo, por muy injustificado que sea.

La experiencia es la siguiente, los primeros pasos suelen ser felices, que bonitas que son y esas cosas, pero a la media hora no se sabe como poner el pie y sus correspondientes deditos, que quieren huir como sea de esta cárcel en la que los han encerrado.

Si se escucha con atención, en verano se pueden oír los quejidos lastimeros de muchos
deditos andantes, además de cantar a otros, pero para esto último, no hace falta que sea verano.

Por todo ello, no podemos entender porqué extraña razón el ser humano que ha diseñado las sandalias no se las pone para recorrer media ciudad antes de mandarlas al mercado. Aunque puede ser que sea tan tonto como el que se empeña en que en esos días periódicos las mujeres deban sentirse como dios paseando por la ciudad como si se hubieran caído de un guindo. Hay que ver que injusta es la vida. Ese señor o señora, que dicen que es Isabel Coixet, pero no me lo creo, o sí, después de verla en los Goya, le deberían poner un buen pañal uno de esos días en los que le doliese algo y corriendo a la calle, a pasear a ver cómo huelen las nubes y que luego nos lo cuente. Aunque, sería mejor que a ambos diseñadores les hicieran eso pero, además, con un buen par de sandalias de esas con muchas tiras y un buen taconazo. Que bien eh!

Por otro lado, para ser justos hay que decir que desde un tiempo a esta parte los hombres también han descubierto el estupendo mundo de las sandalias, que aunque éstas son bastante más cómodas, algunos pobres sufridores, además, también tienen que padecer el hecho de llevar la sauna puesta, coronada por una buena corbata todos los días.