Está claro que la primavera afecta. Un amigo mío dice que en estas fechas es mejor echarle todas las culpas a la época del año.

Es que es un periodo complicado de llevar. Empezando porque cuando te levantas por las mañanas no sabes si hará frío o calor. La opción más elegida por la mayoría de las personas, humanas o no, es la de llevar treinta capas de ropa como si fuéramos cebollas o, en el peor de los casos, imitar al muñeco de una conocida marca de neumáticos, aunque muchos, por desgracia, llevemos capas o no, siempre nos parecemos a esta mascota que tanto daño ha hecho en según qué autoestimas.

Y es que no entendemos que manía tiene la gente con que la primavera es bonita, verde y esperanzadora. Hay que ver qué poca chispa tienen algunos. Que se lo digan a esos seres que se convierten en payasos porque llevan la nariz todo el día como un tomate porque el polen va pululando de pituitaria en pituitaria haciendo estragos.

Además, no te das cuenta de que la gente está muy irritable, y no me refiero a tu jefe, ése vive en un estado primaveral constante.

Las personas nos ponemos muy nerviosas, sobre todo si en trescientas setenta y dos ocasiones cualquier mindundi o, en el peor de los casos, familiar o, por llamarlo de alguna
manera, amigo, decide que no puede celebrar su boda, comunión o bautizo sin tu presencia.

Ésta si que es buena, pero ¿por qué, Señor? Encima, piensan que están quedando bien
contigo, es como si se quedasen tontos, porque cualquiera que no sea el protagonista de estos actos sabe que estas invitacionesson lo peor que te puede pasar. ¿Es que la gente no se puede casar en la intimidad sin molestar al resto del mundo mundial? Si quieren amargarse la vida, es su rollo pero que no molesten. ¡Hombre!. Al final no sabes por dónde vas. Lo mismo te presentas con una estupenda diadema no apta para menores de 18 años en la comunión de tu prima, que con el misal y el escapulario en la fiesta destroyer de tu mejor amigo.

¿La culpa?...de la primavera.