En las tres últimas décadas los responsables de conducir la nación han trabajado con mucho esmero para situar a Chile como uno de los mejores países de Latinoamérica
El ingreso en la OCDE se logró gracias al esfuerzo de la mayoría del arco parlamentario; igual cuestión significó el entendimiento con países amigos para impulsar la Alianza del Pacífico, que ha concitado la atención de pueblos de los cinco continentes -de los cuales una cincuentena ha solicitado ser miembro observador del pacto-; el acercamiento a Mercosur es un avance más digno de aplauso; las relaciones estrechas con Asia y Oriente Medio son muestras de entendimiento y buen hacer... solo falta África, donde ya hay abiertas varias delegaciones diplomáticas, algunas compartidas con otros Estados de América Latina.
Estas acciones entre otras tantas han permitido el crecimiento. El chileno es consciente de los avances logrados, inimaginables hace medio siglo atrás. Basta pasear por sus ciudades, utilizar los servicios, salir a las carreteras o acercarse a los aeropuertos; esto se ha conseguido conversando y buscando soluciones entre todos, nunca dándose la espalda, como viene siendo la tónica, algo que sorprende. ¿Qué ha cambiado?
El Banco Central pronostica un crecimiento de entre un 6% y un 7% este 2021; el FMI, de 6,2%
Visto desde una óptica económica, Chile cuenta con los instrumentos necesarios para superar esta epidemia, ya es posible notarlo. El Banco Central pronostica un crecimiento de entre un 6% y un 7% este 2021. Por su parte el Fondo Monetario Internacional (FMI) subió la perspectiva para este ejercicio de un 6% a 6,2%; en la actualización de su World Economic Outlook (WEO), esta es la tercera mejora realizada a Chile por esta institución. Nada muy distinto de la OCDE, que prevé un 6%, o el Banco Mundial (5,5%).
Los chilenos están preparados para avanzar, da lo mismo el color político. El que tiene poco desea mejorar su situación, el que está en una posición mediana no quiere perder comba, y los que están arriba o al frente de firmas desean poder comercializar lo producido en cualquier continente e invertir en crecer.
The Economist, a través de su Unidad de Inteligencia (EIU), hizo un estudio del populismo y su incidencia en la política, economía y seguridad de América Latina y el Caribe. Como ya saben estamos en período de elecciones en varios países latinoamericanos: en palabras de esta revista, el riesgo político revelado es alto si atendemos a la pérdida de confianza en algunos de los actuales representantes americanos, lo que da lugar a que surjan propuestas populistas de imprevisible recorrido.
Chile sale bien parado en este reporte. EIU lo sitúa como uno de los territorios con menor riesgo operacional, asunto que tranquiliza a las empresas con inversiones en suelo nacional e indirectamente es un aviso para inversores con interés en la zona a que inviertan.
A pesar de los buenos augurios citados en informes de prestigio, existe inquietud real. Cuando la violencia hace acto de presencia y los que se dicen demócratas no actúan unidos, la democracia se resiente y ahuyenta a creadores de empleos y bienestar: pierden todos. No tener claro esto es jugar con fuego, aquellos que intentan aprovechar la situación sacando ventajas de los acontecimientos en escenarios intimidatorios están conduciendo a la sociedad al despeñadero. Chile cuenta con las herramientas necesarias en su ordenamiento jurídico actual para sortear las indefiniciones presentes.
Finalmente, no olvidemos los desplazamientos migratorios: tan pronto la región empiece a superar el ataque viral volverán. Hay que establecer normas que aseguren soluciones en educación, salud y servicios sociales. La llegada de emigrantes puede ser positiva tanto para ellos como para los locales, si atendemos a las bajas tasa de natalidad.
Las indecisiones o las malas decisiones tomadas a espaldas de los adversarios terminan por afectar a la seguridad jurídica, particularmente en los negocios e inversiones, provocar desempleo o la salida de los mejores a otras latitudes y generar decaimiento en las instituciones y, cómo no, en el Estado de derecho.