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Guerra comercial Trump 2.0
VM, 18/12/2024

El 20 de enero de 2025 tomará posesión Donald J. Trump, como presidente re-electo de la Unión Americana. Tanto Amazon como Meta (Facebook) se han apresurado a donar $1M cada una, en pro de amenizar el evento inaugural de la segunda etapa de Trump al frente de la Casa Blanca.

La potenciación de los gigantes americanos del sector digital, así como las criptomonedas, parecen puntas de lanza de esta segunda administración Trump.

Sin embargo, es la nueva Guerra comercial que plantea Trump la que genera mayor volumen de noticias y debate. En 2018 Trump impuso una ronda de aranceles, bajo la campaña conocida como AMERICA FIRST, que tuvo como principal objetivo castigar las importaciones chinas, bajo el pretexto de competencia desleal y robo de propiedad intelectual. Se impuso un 25% de tarifa a los productos chinos. Igualmente se trató de salvaguardar sectores clave como el acero y aluminio, imponiendo un 25% de arancel a la importación de acero y un 10% al aluminio. Hoy por hoy queda patente la esterilidad de estas medidas para proteger la industria siderúrgica americana, dado que el sector está sumido en una grave crisis y U.S. Steel debe ser vendida para sobrevivir y salvar sus operativas, algo que tanto la administración de Biden como la de Trump no consideran en ningún momento. Nippon Steel presento una oferta de compra de 14.100 millones de dólares, que el gobierno bloqueó por motivos patrióticos.

La campaña arancelaria gravó directamente a las lavadoras procedentes de China y Corea con un 50%, lo que derivó en que Samsung y LG Electronics establecieras plantas ensambladoras en Carolina del Sur y Tennesse respectivamente. Los productores locales Whirlpool y General Electric vieron mejorar sus resultados de ventas, dado que subieron los precios de las lavadoras en el mercado 90 dólares por unidad por el efecto impositivo directo.

En esta segunda ronda de nuevos aranceles, China vuelve a ser el principal objetivo de Washington, si bien también se impondrán nuevas tasas a países socio comerciales como Canadá, México, la Unión Europea, Japón o Corea del Sur. En este caso, imponer un 25% adicional a todos los productos provenientes de China tiene mayor afección al mercado norteamericano que en 2018, así como una gran repercusión internacional. Los flujos comerciales clásicos pueden verse alterados en volúmenes, orígenes y destinos de manera impactante, que modificará muchas cadenas de suministro globales.

En esta Guerra comercial Trump 2.0, se refuerza en concepto a America First, bajo el cual se potencia la producción local y se protege a sectores estratégicos, tratando de proteger la industria nacional a base de tarifas a la importación. El sector tecnológico es clave, pero la industria automotriz resulta más llamativa por su peso funcional en la economía. En estos momentos, las tres grandes americanas están pasando momentos bajos. Ford, General Motors y Stellantis están atrapadas en el dilema del vehículo eléctrico, mercado en el que van muy por detrás de sus competidores chinos. Además, varios modelos de estas marcas que se comercializan en EEUU se fabrican en China, por lo que también se ven afectadas por los nuevos aranceles.

Los aranceles planeados pretenden menguar el volumen importado de China, pero también pueden suponer una subida de precios directa que afecta a la inflación. A este respecto, China se ha preparado con tiempo, desarrollando nuevos mercados alternativos que absorban la producción fabril china. La Nueva Ruta de la Seda y los BRICS son aproximaciones importantes a los países en vías de desarrollo, habiendo consolidado rutas comerciales con sus propios puertos, así como reforzando la influencia política en muchos países de interés estratégico.

Cabe destacar que mediados de enero de 2025 se debería confirmar la cancelación de la huelga de estibadores y trabajadores portuarios de la costa este americana y del Golfo (ILA).

La administración Biden impuso un acuerdo temporal entre patronal y sindicato, dado que las elecciones presidenciales se veían afectadas por el parón portuario, siendo el 15 de enero el día límite para ratificar el pre-acuerdo alcanzado en octubre. El problema en este caso, radica en los temas de robotización, automatización y digitalización de las actividades portuarias.

Trump está en contra y apoya a los trabajadores americanos, por lo que las ineficiencias de productividad portuaria seguirán ahí, por lo menos los 6 años de convenio a renovar.

Mientras Trump otorga poder a los estibadores, Xi Jinping apuesta por todo lo contrario. Claro ejemplo supone el megapuerto de Chancay, con el operador estatal chino, además de gestionar en exclusiva las actividades portuarias, plantea un modelo completamente automatizado, con grúas y plataformas robotizadas, en pro de maximizar la efectividad y productividad. EEUU llega tarde y ahora apuesta por potenciar el puerto chileno de San Antonio para contrarrestar la influencia china en la región…

CSLee


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