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Tropiezos
La multitud que nos transporta
Tras los momentos vividos desde hace una semana la verdad es que no tenemos cuerpo para bromas, aunque tendremos que esforzarnos un poco porque estamos en plenas Fallas.
Ese momento del año en el que las personas se juntan en multitud de tal manera que hay veces que no sabemos identificar nuestros propios brazos y piernas de lo pegados que estamos todos.
Esos movimientos sísmicos en los que nos movemos todos a la vez no porque nos pongamos de acuerdo, sino porque somos ya parte de ese ente que es la masa con pensamiento y voluntad propia. De manera que entras en una calle para ver una determinada falla y acabas en la otra punta de Valencia metido en un tumulto que te impide avanzar en la dirección elegida. Por eso lo mejor es salir a de casa con la encomendación a la virgen y la determinación de no ser dueño de tu persona. El pensamiento es el siguiente: "Hoy voy a ser un cero a la izquierda, que sea lo que dios quiera". Esta es la mejor opción, porque incluso en el hipotético caso en el que empleando cualquiera de las tácticas posibles e imposibles, legales o ilegales, consigamos por fin desligarnos de la masa que avanza en tropel sin nuestro consentimiento, resulta que no hay taxis, ni autobuses, y aunque los hubiese hay tal atasco que no valdría la pena cogerlos porque llegaríamos mucho antes andando. Cada vez más pienso que hay que salir de casa con una especie de maletín de primeros auxilios, porque además con tanto petardo, no sólo de los que explotan, en cualquier momento nos pueden hacer falta las tiritas, a veces no para las heridas o cortes, sino que también podremos usarlas como tapón de nariz en estos barullos de gente en los que descubres que es mejor sacar el botello de alcohol 96º y olerlo o, en el peor de los casos, bebértelo, que seguir respirando ese ambiente compuesto por los efluvios de ciertos cuerpos, humanos o vegetales, que aunque están provistos de nariz sólo conocen el agua porque llueve de vez en cuando. |
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