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Sábado, 01 de febrero de 2025


La bitácora del puerto
Nacho Cigalat, 22/09/2011

Tras el parón estival y con las ganas de alguna manera reforzadas, vuelvo a estas líneas de La Bitácora confiando en que todos los que nos leían antes del verano sigan haciéndolo, y que la dichosa crisis no os haya quitado la silla, o el volante, que nos permite ser felices a final de mes. Yo no es que sea devoto de la frase “El dinero da la felicidad” pero curiosamente si te falta hay una carencia de felicidad, luego algo hace.

Siempre “hay un roto para un descosido” y sino dejadme que os cuente la historia de unos “ricos” con los que me encontré a principios del mes pasado en Barcelona. Me llamaron para ir a ver un velero que necesitaba ser transportado a Singapore, pero preferían que lo viera “in situ” porque tenía bastantes cosas añadidas y poco habituales. Al llegar al Port Olimpic me presentan a los “ricos”, vamos a la tripulación del velero, un velero que llevaba 4 años dando la vuelta al mundo con también 4 tripulantes del país de los terremotos y los ojos rasgados. Las reverencias con la cabeza se impusieron a las primeras palabras del
Capitán del escaso casco de 11 metros de eslora, que ha surcado por casi todos los mares del mundo.

Sus heridas no eran escasas, casco con deformaciones, rozaduras, golpes y con una dura pasta en la punta de la proa del casco que algún día aguantaba un postizo corta-hielos y que pereció en algún momento incierto.

Ryuta, que era el Capitán, Haruna y Ayaka (Las chicas) , y un cuarto hombre que ya había puesto rumbo a Japón cuando yo llegué formaban tal “rica” tripulación. La seriedad y la rigurosidad se plasmaba en toda nuestra conversación, intentando entender su historia y con la tristeza por su parte de no poder navegar por los mares de la costa de Somalia y completar así una travesía completa. Su sueño se veía cortado por esos piratas que parece que no permiten a ninguna embarcación por grande o pequeña que sea que surquen esos mares que llevan al Medio y Lejano Oriente sin poner a cada uno de los tripulantes el peligro al cuello.

En el momento que veías el interior del barco te dabas cuenta que no eran 4 días lo que llevaban a bordo, ropa amontonada en los camarotes, comida por todos lados y el barco repleto de recuerdos de todos esos rincones que Ryuta, Haruna, Ayaka y el cuarto hombre habían pisado. Uno de los recuerdos que la amiga Haruna reclamaba cada vez que pasaba por mi lado era mi chaleco amarillo de alta-visibilidad con el logo de mi empresa. Una vez acabé el trabajo de sacarlo del agua y acomodarlo sobre el flat rack que esperaba en el muelle para su momentáneo y merecido descanso, después de tantos años rompiendo las cálidas y frías aguas de cada uno de los océanos y mares que nos rodean por todo el mundo.

Los 3 tripulantes con los que pude hablar estaban felices con lo que hacían , a pesar de las estrecheces que les ofrecía el barco donde pasaban prácticamente la mayoría de horas de su vida, pero eran felices. Cada uno tenía su rinconcito dentro de tan accidentado casco, guardando sus recuerdos como si de oro se tratara, algún libro a medio leer tal y como nos chivaba los marcadores de los mismos, fotografías tomadas en sus lugares visitados… un sinfín de pistas que vislumbraban la felicidad que derrochaban por cada poro de su cuerpo.

No paraban de recordar las horas de navegación a vela en medio del océano, y de ese silencio que les embargaba y disfrutaban como si supieran que en breve se acabaría. Estaban haciendo lo que más anhelaban en su vida, disfrutar del mar y de su soledad. Solo por eso ya eran ricos, a pesar de la falta de comodidades como, a buen seguro, tendrían en sus casas y cualquier carencia a bordo y que hubieran podido encontrar en cualquier esquina de su barrio.

No sé si tenían dinero o no, pero no había duda de que no lo necesitaban, salvo para comprarse las cosas básicas para vivir, e incluso para esperar las amigas Haruna y Ayaka casi un mes en España para disfrutar, según me comentaron ellas, de Valencia y de ¡¡¡ La Tomatina de Bunyol ¡¡¡¡ . Cuál fue mi sorpresa cuando ellas conocían de la Tomatina y muchos de los presentes en el varadero en Port Olimpic jamás habían oído hablar de ella. En fin ….. otra lección recibida en esta vida que cada día te da una lección nueva.

Gracias Haruna, Ayaka y Ryuta por esta clase magistral.

Nacho Cigalat
nacho.cigalat@yachtsinmotion.es