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Sábado, 01 de febrero de 2025


La bitácora del puerto
Nacho Cigalat, 18/04/2011

Hace un par de semanas ya os hablé sobre los piratas más temidos que surcaron los mares del Caribe por allá en los siglos XVI, XVII y XVIII, pero creo que dejé un asunto por mencionar y contar. Sus tesoros más ocultos.

Según cuentan, en las cercanías de Ilhabela, uno de los lugares más hermosos del litoral norte de Sao Paulo, las fuerzas magnéticas confunden las brújulas de los navegantes, las enloquecen y les hacen modificar su rumbo. No sé si algo tendrán que ver los 21 naufragios identificados y localizados, que convierten los alrededores de la isla en el triángulo de las Bermudas del hemisferio sur.

Fue Américo Vespucio quien navegó por primera vez por el canal que la separa del continente brasileño, pero fue Thomas Cavendish, un famoso pirata inglés, quien la convirtió en el centro de sus operaciones. En sus innumerables saqueos y matanzas a lo largo de los años, logró hacerse de una gran cantidad de oro y plata que, según dicen, enterró en la playa de Castelhanos, una de las playas de la bella isla de Ilhabela. Como muchos de los piratas de la época, su pretensión era la de hacer acopio de cuantos tesoros podía cazar. La idea era volver a recuperarlo una vez se decidiera jubilar de sus maldades y fechorías a bordo de su primer barco llamado “Elisabeth”, pero murió en altamar a manos de sus propios marineros y el tesoro permanece allí hasta la actualidad. Una enorme cantidad de aventureros a lo largo de años y años, han ido tras él, pero sin éxito.

Eran meros trozos de tela, y en el mejor de los casos de papel, donde dibujaban esos planos, muchas veces ilegibles, y que tras pillar una buena borrachera, celebrando tan codiciado hallazgo, se entretenían haciendo semejantes dibujos de niños, que claro luego no había quien los entendiera.

Que se lo cuenten a Thiry, un ingeniero belga que paso 30 años de su vida pretendiendo interpretar un mapa hallado en la India en 1852. Sólo pudo encontrar algunas inscripciones de este tal Cavendish, y aún así pretendía, supuestamente, delimitar un área en la que estaría enterrado el tesoro. ¡Pero si iba “bufao”!. Quizás no lo supiera o no se lo contaran.

En las aguas de Ilhabela navegaron también Barbanegra, sir Frances Drake y Thomas Knyvett, responsable de la muerte de más de 1.700 franceses en el siglo XVI. Una de las playas de la isla, la playa de Bonete, fue también refugio de piratas y corsarios durante mucho tiempo. El pueblo que vive en ese lugar, de no tan simple acceso, es descendiente tanto de los piratas como de los sobrevivientes de los naufragios. Tienen ojos y piel con orígenes europeos y sus rasgos son similares a los indígenas habitantes de la zona. Son casi 70 familias que viven en la selva, con poco contacto con el resto de los habitantes de la isla.

Se intuye que el mapa muestra el lugar exacto donde se enterró, marcado con una ‘X’ roja habitualmente, pero la localización general consiste en direcciones ocultas y vagas o indistintas en longitud y latitud. Actualmente los tesoros perdidos y particularmente los tesoros piratas, son encontrados con mapas vendidos a buscadores de tesoros, que muchas veces engañados, gastan millones porque creen tener la localización correcta para excavar.

Cuando nombramos a los piratas, los asociamos con ideas de riquezas, cofres de joyas enterrados, lingotes de oro, bolsas de relucientes monedas, ocultos en secretos y solitarios parajes, fuera de los caminos conocidos, enterrados en salvajes playas, o a orillas de ríos y de inexploradas costas de mar, cerca de rocas y árboles con misteriosas marcas, indicando donde estaba escondido el tesoro. Y esta es la invariable práctica de secreto y entierro de su botín, a menudo asesinados o capturados, el pirata nunca podía regresar donde dejaba su tesoro, inmensas sumas permanecen enterradas en esos lugares, y están irremediablemente perdidas.

La búsqueda es hecha por personas, quienes con pala y pico se precipitan para obtener barras de oro, diamantes, cruces relucientes entre el polvo, bolsas de doblones de oro, ducados y perlas. Estos cofres están cerrados con grandes candados y cadenas, pero todos estos grandes tesoros están escondidos en tal forma que es casi imposible que se descubran.

Por eso, cuando era algo más joven, decliné la idea de embarcarme en un viejo barco de madera y recorrer esas ansiadas islas buscando tales riquezas. Me conformé con quedarme en tierra firme y buscar mis tesoros por aquí, encontrándome dos tesoros de los cuales he disfrutado y sigo disfrutando, y si me dejan continuaré. Para daros alguna pista, uno tiene 15 años y la otra 11.

Esos si que son verdaderos tesoros.

Nacho Cigalat
nacho.cigalat@yachtsinmotion.es