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Sábado, 01 de febrero de 2025


La bitácora del puerto
VM, 14/06/2010

Hoy día si tienes trabajo eres un privilegiado, pero si encima te gusta eres un privilegiado con suerte.

Pero también hay trabajos que pasa como en el amor, “que por el interés te quiero Andrés”. Y por desgracia si uno lo hace bien como si lo hace mal sigue y seguirá ocupando su puesto de trabajo, a diferencia de lo que pasa en la empresa privada.

Hace unos cuantos años en el Cabañal vivía una buena parte de los portuarios que se dejaban parte de su vida entre los barcos que iban llegando a Valencia. Eran auténticas hormiguitas de trabajo que durante sus horas laborables trabajaban a estajo para poder llevar cuatro duros a sus casas. Los portuarios eran hombres que trabajaban todo el día al sol utilizando como casi única herramienta sus propias manos.

Entonces el portuario, como el pescador o el albañil sudaba mucho en verano y pasaba mucho frio en invierno.

Las medidas de seguridad eran prácticamente nulas por no decir ninguna. Llevaban sus alpargatas de esparto para evitar daños irreparables en sus pies y quien podía comprar unos guantes llevaba unas manos bien limpias y sin durezas en las manos ni otros males. Tanto la boina como los pañuelos eran los responsables de evitar golpes en su parte más vital, fajines de tela que se apretaban a conciencia para impedir que los riñones se resintieran más que ellos mismos …. Pero eran muy felices cuando les daban su jornal para llevar a su casa.

Fue a mediados de los años 60, si no recuerdo mal, cuando llegó a Valencia el primer contenedor que fue descargado por la compañía naviera Sealand, y que más tarde se fusionó con Maersk convirtiéndose en la grandísima compañía que es hoy en día, por su tamaño. Y fue todo por una simple idea, que como decía semanas anteriores, parecen tontas pero en este caso cambiaría nuestro mundo.

En 1937, un joven camionero de 21 años oriundo de Carolina del Norte, sentado al volante de su camión en un muelle de Hoboken, en Nueva Jersey (Estados Unidos), esperaba el turno para descargar su camión y mientras observaba cómo los estibadores, sin respiro, traspasaban los fardos de algodón de camiones a las eslingas del buque que los subirían a bordo y luego otros harían lo propio en la nave para ubicar, con el ritmo que un humano puede hacerlo, la pesada carga en bodega. “Que pérdida de tiempo y dinero -pensó-,

¿Y si mi tráiler pudiera subirse con todo su contenido a bordo de una sola vez?”

Ese camionero, llamado Malcom Mc Lean, pudo llevar a cabo su "sueño" 19 años después cuando, convertido en un próspero empresario de transporte por carretera, y ante la negativa de una línea ferroviaria a su propuesta de subir sus tráiler a los vagones, decidió aventurarse en un terreno desconocido para él. Compró un par de viejos buques tanque T4 e hizo construir cajas metálicas con las dimensiones de sus trailers sin el sistema de rodamiento, porque sabía que agregarían peso y ocuparían espacio vital a bordo.

Le hizo agregar en las ocho esquinas del equipo dispositivos para su manipuleo, esquineros.

Sus dos primeros buques, Ideal X y Alameda, tenían una capacidad de 58 de esas cajas que
pasarían a llamarse contenedores.

A pesar de su genialidad, Mc Lean no imaginaba la dimensión y el alcance de lo que acababa de crear. Había cambiado para siempre no sólo la forma de transportar la carga sino la ecuación económica que los regía, quizás equiparable a la invención de la rueda, el movimiento a vapor, el motor de combustión interna y el chip de computación. Fue una simple y brillante idea, con sus detractores y apoyos; con los debates sobre las medidas más convenientes, materializadas finalmente por la Organización Internacional de Normas (ISO) doce años después (1968) en los estándares 20 y 40 pies de largo.

De ese viaje inaugural en abril de 1956 de Nueva York a Houston, con 58 contenedores, a los 5400 buques desplegados en 2005 que movilizaron 400 millones de TEU (unidad equivalente a un contenedor de 20 pies) por los puertos del mundo, transcurrieron 50 años de los cuales en los últimos treinta, con alguna excepción, las principales rutas containerizadas crecieron a un ritmo del 9% anual.

La llegada del contenedor no solo trajo un cambio radical en el transporte marítimo, también propició la comodidad para todos los portuarios, puesto que ya no tienen que darse esas palizas que los antiguos soportaban todos los días.

Ahora el esfuerzo lo realizan las distintas máquinas que hoy en día invaden los muelles de nuestros puertos. Máquinas que permiten tomar descansos dentro de sus propias jornadas.

¿Qué queda hoy en día de todo esto? ….. pues la verdad muy poco por no decir nada. Es difícil encontrar hoy día en el puerto, salvo los veteranos, que sepa lo que realmente significan las siglas TEU, ni que decir de las siglas FEU.

Hay quien ni sabe las medidas aproximadas de un contenedor

Esto demuestra el shipping de hoy día que son simples tablas con muchos números y muchas normas que hacen de una empresa algo tan impersonal como poco profesional. La gente que ha mamado el shipping de hace 10 o 15 años estoy seguro que se revela a lo que se vive hoy en día, pero claro con boca pequeña porque lo más importante es mantener uno su puesto de trabajo porque si lo pierde que se olvide de volver a recalar en otra empresa dedicada al shipping por muy profesional que se considere.

Despertad¡¡¡ … que las compañías navieras lo que menos necesitan hoy día son auténticos profesionales que les digan como se trabaja en su puerto por mucho que lo conozca. Todos los puertos del mundo son iguales, se deben de trabajar de la misma manera.

Nacho Cigalat
nacho.cigalat@yachtsinmotion.es