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La bitácora del puerto
Una de las figuras que más me fascinan de la náutica y la navegación en general es el Faro, ese guía que durante tantos años ha estado iluminado las costas del mundo con el único propósito de ser los ojos de los barcos que van navegando en la oscuridad de la noche y evitarles tropiezos inoportunos.
Todos sabemos que es un Faro, pero quería definirlo plasmando a la vez ciertas cosas que aún lo hacen más fascinante, buscando y leyendo encontré un cuento que me llamó la atención y que a continuación trascribo:
“Había una vez un faro que vivía en lo alto de un acantilado junto al mar. Estaba triste porque no sabía para lo que servía. Quería saber cuál era su tarea allí arriba, pero no tenía a nadie que se lo dijera. Por eso, cada vez que veía en el horizonte a un barco, le hacía rápidamente señales de luz para que viniera a verle. Pero el barco siempre se alejaba de él a toda máquina. Todos los días y todas las noches le pasaba lo mismo. Cuando veía un barco acercarse, le hacía señales luminosas para que viniera a hacerle compañía y charlar un rato. Pero el barco salía disparado en dirección contraria. El pobre faro cada vez estaba más triste y desanimado. Todos huían de él cuando le veían. Pensaba que no servía para nada y que estaba perdiendo el tiempo. Así que dejó de hacer señales a los barcos porque era algo inútil. Al poco tiempo se dio cuenta de que un barco se acercaba hasta donde estaba él. No podía creerlo. Nunca había visto tan cerca uno de ellos. De repente el barco quedó embarrancado encima de unas rocas cercanas a la costa. Escuchó voces y sirenas, y vio unos pequeños botes que salían del barco hacia la playa. El faro no entendía nada de lo que estaba pasando. Por eso puso gran atención en saber lo que decían aquellos hombrecillos que estaban en la playa. Como el viento soplaba de allí, pudo escuchar con claridad sus palabras. Decían que por culpa del faro averiado habían chocado contra esas rocas. Nadie les había avisado del peligro. En esos momentos el faro comprendió cuál era su tarea y por qué los barcos nunca se le acercaban. Se llenó de tanta alegría al saber para qué servía, que su luz se volvió a encender y fue la más brillante de todos los mares. Y ya no hubo barco alguno que dejara de verla para librarse del peligro.” La localización del faro determina el material que se emplea en su construcción: piedra, cemento, acero u otro. En general se presentan dos tipos de estructuras: las construidas en tierra firme y las erigidas en el mar. Las primeras constan de la torre que alberga el faro y de varias dependencias anejas, incluidas las destinadas a viviendas de los fareros y a alojar los equipos de sirena y radio. Las segundas encierran por necesidad todo lo antedicho dentro de la misma torre. En general, la estructura de todos los faros es la misma. Por regla general, una sección típica de un faro distinguimos tres parte diferenciadas: Base, Torre y Linterna. La base es el elemento de apoyo sobre el terreno y depende del diámetro que se haya elegido para la torre. En la base hace falta una caseta para alojar equipos auxiliares como cuadros o grupos electrógenos. Las torres de los faros tienen tres partes bien diferenciadas: base, fuste y torreón con cámara de servicio. El fuste constituye el cuerpo de la torre y su altura depende de la cota del plano focal y de la cota del terreno sobre el nivel del mar. Los faros se construyen siempre sobre puntos elevados para poder obtener una gran altura del plano focal con una torre de no mucha altura. El torreón con la cámara de servicio constituye la parte superior de la torre. La cámara de servicio tiene el mismo diámetro que ésta, pero el torreón depende de la linterna que, a su vez, está condicionada por la instalación luminosa que a su vez depende de la apariencia y del alcance necesario. Las torres están dotadas en general de escaleras de caracol que terminan en la cámara de servicio donde se encuentran las dependencias desde las que los fareros atendían todas las vicisitudes que el faro pudiera sufrir. La cámara de servicio suele dotarse de un balconcillo exterior. Desde éste, una escalera de mayor pendiente conduce, por medio de una trampilla que se puede cerrar, a la cámara de iluminación, cubierta por la linterna, donde se aloja la óptica. La cámara de iluminación tiene a veces otro balconcillo exterior para facilitar la limpieza de la linterna. La linterna es el cerramiento acristalado que protege la luz del faro y está situada en la parte superior de la torre. Según sus dimensiones pueden ser visitables o no. Una linterna visitable dispone de un amplio espacio entre la óptica y los montantes para permitir a una persona realizar con comodidad labores de limpieza y mantenimiento. Suelen estar dotadas de ópticas giratorias. En las linternas no visitables el espacio es muy reducido y suelen estar dotadas de ópticas de horizonte. En todas las linternas podemos distinguir varias partes: cupulino, cúpula, montante, cristales y zócalo, pero siempre han existido dos modelos típicos. En las linternas inglesas la cúpula era cónica, el cupulino esféricoíndrico, los montantes inclinados y el zócalo metálico. En las linternas francesas la cúpula y cupulino eran esféricas, los montantes eran verticales y el zócalo de la linterna era de fábrica. Hay otro tipo de linternas que son aeromarítimas donde la cúpula es de cristal para que la luz salga también por ella y el faro pueda ser utilizado también por la navegación aérea. Nacho Cigalat nacho.cigalat@yachtsinmotion.es |
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