Vicente Carbonell se presenta como un apasionado de la pintura. Fue durante 35 años trabajador de lo que antes se llamaba “Junta de Obras del Puerto”, como él mismo comenta, “y ahora es la Autoridad Portuaria”.

Con 15 años, “ya pedía a mis padres que me matricularan el Bellas Artes, aunque finalmente quedó en una afición que me ha acompañado hasta hoy”.

Si una cosa ha caracterizado siempre al artista es que jamás ha podido ver un papel en blanco, “me ha matado, y he tenido que rellenarlo”.

En 1980 tuvo lugar su primera exposición de obras “gracias a Castellanos (quien regentaba el
restaurante La Marcelina), que actuaba como mecenas de pintores valencianos del momento” -recuerda el artista con cariño- “y a Rafael Pons, un crítico de arte, que fue quien me acompañó”.

Paralelamente a su trabajo, Carbonell se introdujo en el Club de Pintores Pont de Fusta. Allí, de la mano de veteranos como Moyá, Arnedo, López Tévar o Estellés (premio Reina Sofía de Acuarela), aprendió distintas técnicas como acuarela, óleo o acrílico, como las que se pueden ver en la exposición, que acoge el Montepío desde ayer y que se puede visitar hasta el día 22 de mayo.

Al acto de inauguración acudieron viejos conocidos, tanto de la Autoridad Portuaria como del mundo del arte, así como Francisco Ripoll, presidente del Montepío del Colectivo Portuario del Puerto de Valencia.

Vicente Carbonell se define como “un apasionado de los paisajes, sobre todo los valencianos”.

En esta exposición hay lienzos que muestran acequias de Castellar, como la de Brosquils, o
casetas de la “marjal”, del Camí del Tremolar.

También hay cuadros de buques, pues el artista no puede “olvidar el pasado, tan vinculado al mar”, y muchos paisajes de lugares tan diversos como Albarracín (Teruel) o Potes (Picos de Europa).