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Una vida dedicada al transporte
Ha llovido mucho desde que José Vañó acompañaba a su padre, que tenía un camión con capacidad para 2.200 kilogramos, a la puerta del bar Calabuig a primera hora de la mañana a la espera de que les contrataran para hacer algún viaje.
“A veces- recuerda este profesional- cargábamos cajas de cebolla en la estación del Cabañal y las llevábamos hasta los muelles. Por ese transporte nos pagaban 3,20 pesetas”.
“Hoy todo es distinto gracias a la globalización y las buenas autovías -asegura- y un trailer puede hacer un viaje diario a Madrid con 24.000 kilos”. Lo que sí se mantiene igual es la guerra de precios, la lucha por el margen y la férrea competencia a todos los niveles: “Estoy retirado y jubilado pero supongo que, como siempre, los agentes marítimos siguen a la espera de que los transportistas muevan ficha, ajustando el precio del transporte, y poder cobrar ellos de las navieras con la nueva tarifa sellada y acreditada por las asociaciones de transporte”. Vañó ha estado muy involucrado en la Asociación de Empresas de Logística y Transporte de Contenedores (ELTC), que ayudó a crear, y sabe de primera mano las largas horas de reuniones que exigen los problemas de un sector tan complejo como el transporte, al que, sin embargo, sigue calificando de “interesante y bello”. “Recuerdo una reunión de transportistas que duró siete horas y en la que analizamos las subidas del gasóleo, el IPC, los salarios, etc”. Como resultado de aquella reunión se fijó una tarifa de 117 pesetas por kilómetro en sentido idea y vuelta en transporte de contenedores: “Salimos todos convencidos de que debíamos cobrar esa cantidad, pero la triste realidad es que al día siguiente el transporte se había convertido en cochambre y depauperación”, lamenta. Y es que José Vañó, conocido por amigos y compañeros como ‘Copi’, asegura que la falta de unión ha sido una de las asignaturas pendientes de este colectivo y, por lo que hemos conocido en otras entrevistas anteriores a protagonistas del puerto de Valencia, en general de los empresarios que desarrollan en él su labor. “La unión hace la fuerza”, asegura, aunque reconoce que “los intereses de unos y otros siempre son contrapuestos”. Con el tiempo, los propósitos de José Vañó crecieron y también su negocio y se puso al frente de la empresa Copitrans, que en el momento de su venta contaba con una flota de 50 camiones. “Este crecimiento fue muy progresivo y vino marcado por la necesidad de diversificar el negocio. Nosotros nos dedicábamos a repartir fuel-oil por los hornos y las fábricas en competencia con Transportes Donoso. Sin embargo -señala- terminó el monopolio de CAMPSA y perdimos el trabajo de la noche a la mañana, ya que el transporte empezó a realizarlo la propia compañía en camiones cisterna”. Fue entonces cuando se acercaron al puerto y diversificaron la actividad, allá por los años 80. “El puerto era un coto muy cerrado e inaccesible, pero fuimos avanzando como hormiguitas y luego compramos una plataforma (Valencia 1557 R) y con ella cubríamos las faltas de otras empresas”. Creció el volumen de trabajo y también se fue acreditando como profesional, gracias a su buen hacer y a la buena evolución del puerto. Ahora, ya jubilado y bastante alejado de la problemática del puerto de Valencia y del transporte, José Vañó se dedica a su otra gran pasión como presidente de una pequeña asociación gastronómica de la que forman parte otros profesionales del sector, que se reúnen en un local que han bautizado como “El ranchito” y en el disfrutan del buen comer y de alguna otra vocación frustrada como la música. Eso sí, siempre acompañados por una buena partida de truc. |
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