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Ni putas ni sumisas. La lección de Francia
Los españoles tricolores, que también existimos, nos pasa con los franceses lo que a los valencianos de Valencia les pasa con Cataluña. En el sustrato de la crítica existe el permanente e irrefrenable deseo de imitación.
La Ilustración, Voltaire, la Revolución de la Razón o el Discurso del Método, son referentes que han contribuido de manera determinante no sólo a que Francia entrara en la modernidad.
Dos siglos después, Nicolás Sarkozy, al que no terminan de ubicar los socialistas y los conservadores españoles, irrumpe en la escena europea entre Bernrd Kouchner, Jean Marie Bockel, la feminista Fadela Amara o la bella morenita senegalesa Rama Yade como Secretaria de Estado de Exteriores, todos dentro de su Gobierno. Francia quiere abordar, desde un Gobierno supuestamente conservador, el proceso de adecuación a un mundo globalizado, multirracial, multicultural dentro del sistema capitalista, en donde las ideas, el conocimiento, el respeto y la razón, junto con la libertad, contribuyan a un ejercicio pragmático y didáctico de la actividad política a fin de que el ciudadano conozca y sepa de su trascendencia. Entretanto, la Iglesia Católica Francesa y su Conferencia Episcopal ni se pronunció en los prolegómenos de la campaña electoral y ni se está pronunciando ahora en temas que en España continúan en los púlpitos o, todavía peor, en las manifestaciones callejeras. Quizá entiendan que es más importante fomentar el deber cívico y laico de no robar que conocer la fecha del Concilio de Nicea. |
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