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Tropiezos
Egoismo
Dicen que el ser humano tiene una capacidad inagotable para arrastrar sufrimientos, pero depende en la sociedad donde te encuentres esta capacidad tiene más o menos techo. Está claro que en los países tercermundistas el aguante por desgracia es mayor y lo que para los occidentales es insufrible para ellos seguramente será un paseo por las nubes. En el primer mundo somos mucho más frágiles porque hemos alcanzado un nivel de bienestar que debería ser universal. En el resto del globo no deberían permitirsen ciertas cuotas de sufrimiento, nadie tiene porque aguantar tanto. Es injusto e inhumano.
Por eso en el primer mundo no somos capaces de hacer ciertos sacrificios, pero es que aquí se aplican, no siempre pero más veces, los derechos humanos, los derechos de los trabajadores, etc, etc. Y aunque vivir aquí tiene aspectos muy negativos como el consumismo atroz, la globalización sin nombre y otros males como el acoso laboral, la inestabilidad económica o las hipotecas inalcanzables, la apelación a los derechos de las personas suele surtir efectos aunque sólo sean mediáticos. Pero allí donde las necesidades básicas son un lujo, sólo “el quien más puede más vive” sirve. La ley de la selva impera en sociedades marcadas por la pobreza de muchos y la riqueza de muy pocos, donde las materias primas valiosísimas de desvalijan con la impunidad multinacional y donde nadie tiene derechos fundamentales.
Allí, la capacidad de sufrimiento es tan inagotable como para intentar viajes suicidas hacinados en una patera hasta poder llegar a un mundo más próspero que en el mejor de los casos los repudiará y explotará por el bien de su economía para colocarlos en lo políticamente incorrecto. Donde las personas con órganos igualitos a los de ellos, les ignorarán o despreciarán, por el simple hecho de no haber llegado a nuestro país en “business class”. En nuestro mundo existen derechos fundamentales aliados con una inagotable doble moral y no existe empatía, hay egoismo que es uno de los pilares del capitalismo. Ponerse en el lugar del otro, pensar que fue una lotería que naciéramos en la parte rica, es una buena medicina para terminar con la política del “yo primero y yo después”. |
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