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DESDE EL PROSCENIO
Llega el verano y recuerdo las tardes de novillos acudiendo al viejo Teatro Alcázar a ver a Rosita Amores, a Quique Camoiras, a Mari Carmen Arcos, a Lina Morgan y a Juanito Navarro.
Los que recuerden aquella época dirán que me invento tal circunstancia ya que, en verano, el Alcázar y el Ruzafa cerraban. Pero advierto a mi crítico y apreciado lector que son dos circunstancias distintas. Una, el verano, me trae el recuerdo de la otra, que se producía habitualmente durante el curso académico.
Y ello es así porque mis veranos de higuera, mecedora y botijo son como el proscenio en donde nos situábamos para ver mejor no sólo a las coristas sino al pueblo llano representado por un variopinto conjunto de personajes de toda la escala social, desde el patio de butacas hasta el gallinero. Ahora las coristas se han trasformado en políticos y el pueblo llano sigue estando donde estaba, aplaudiendo al que está en el escenario o tirándole los cacahuetes que se compra para hacer más llevadera la función. No voy a relatar aquí las actuaciones estivales más sobresalientes de este año. Tres meses de canícula dan para mucho y el curso comienza con el interés por lo último que llega. No obstante, mi deformación religiosa me lleva a señalar, como en el pecado, dos noticias relevantes por acción y otras dos por omisión. Estas ultimas, quizás, más difíciles de explicar. La primera se refiere a Oriente Próximo, en donde las Naciones Unidas, apoyadas por un grupo de países ajenos al eje del mal y al eje del bien, han tomado la iniciativa de enviar a Líbano una Fuerza Interina que contribuya a rebajar la tensión en una zona, tan conflictiva como confusa, en la que el Gobierno de George W. Bush no acierta a plantear una política multilateral y, sobre todo, veraz, como lo acaba de manifestar el Senador Demócrata Carl Levin, miembro a su vez del Comité de Inteligencia de la Cámara Norteamericana. Yendo a aspectos más domésticos, el anuncio de la Moción de Censura, hecho por Juan Ignacio Pla y que planteará para ser debatido en las Cortes Valencianas, abre la caja de los truenos en una Comunidad feliz, con un elevado consumo de ansiolíticos y antidepresivos. Parece que en el partido socialista se han llegado a convencer que no pueden enviar a su tropa, armada con un matasuegras, cuando su contrincante dispone de armas de destrucción masiva. Pero, aun siendo estas noticias importantes, me ha sorprendido desde el proscenio, que la Conferencia Episcopal, tan parlanchina y ruidosa en temas como el uso del preservativo, el divorcio expres, la asignatura de religión o la unidad de la España vencedora en 1.939, no se haya pronunciado sobre el principal problema que hoy ocupa al Gobierno y a la opinión pública española, como es la inmigración, sobre todo subsahariana. Creo que se hace necesario no sólo un pronunciamiento, sino una actitud y un programa de actuación al más alto nivel en la jerarquía eclesiástica encaminado a remediar la pobreza, la marginación, la enfermedad y la profunda insatisfacción de vivir de las personas sobre las que se le exige al Gobierno que tome medidas.Y no por ello se ha de olvidar el reconocimiento a las organizaciones cristianas de base que extienden su asistencia al prójimo más allá de sus limitados recursos. Por ultimo, otra noticia por no ser noticia y, consecuentemente, no observada desde el proscenio. La oposición está para controlar al gobierno y, de vez en cuando, para ponerlo a parir. Pero en lo que a Economía y Hacienda se refiere, o mi paisano Pedro Solbes no es sujeto de las iras de la oposición parlamentaria o gobierna los dineros públicos a plena satisfacción de todo el espectro político. Es de los pocos Ministros a los que parece no haberle quedado ninguna asignatura para septiembre y ha podido pasar merecidamente un verano tranquilo, exclusión hecha eso sí, de la Ministra Trujillo porque el precio de la vivienda ya no es noticia. |
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