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Viernes, 10 de enero de 2025

Tropiezos

Desaparecido
Avirul, 25/08/2006

Lobatón se hubiera puesto las botas con esta historia de desaparecidos ¿Es posible perderse en un restaurante? Rotundamente sí.

Acabamos de meternos entre pecho y espalda una copiosa cena con deliciosos manjares de los que se pueden comer en el norte de nuestro país. Estamos, que hasta nos cuesta sonreir.

Pedimos la cuenta. Pagamos, y cuando nos levantábamos para reptar hasta la calle, nuestro compañero nos indica que entrará al baño. Volvemos sobre nuestros pasos, nos sentamos en nuestra mesa y a la vez que encendemos un cigarro iniciamos una amena charla con la dueña del bar.

Los minutos se suceden con el remanso y la relajación de un día feliz. De repente, la luz roja bomberil se enciende en nuestro cerebro, como saben castigado por el abandono veraniego de neuronas, al terminar el segundo pitillo y comenzamos a pensar seriamente que a nuestra pareja le ha sucedido algo allí dentro porque no sale.

Vamos al cuarto de baño, chillamos, no responde nadie. Chillamos. Única respuesta: las
miradas de los parroquianos se clavan en nuestra persona y sus bocas sonríen con sorna.

Salimos a la calle. No está. Entramos y como el que no quiere la cosa preguntamos si no han visto salir a una persona humana con un sueter naranja. Ni rastro y otra vez esas miradas.

Estamos curados del mal del ridículo pero a veces...

Abandonamos el local cabizbajos. Hemos oído muchas historias de salidas a por tabaco, pero de idas sin retorno al baño, es la primera. Paseamos por la zona. Nada. Volvemos al hotel con una sensación inmensa de abandono en la noche.

Antes de llegar vislumbramos una silueta familiar con los brazos en jarras a modo de violetera pero sin flores. A medida que nos acercamos descubrimos con alegría al buscado compañero que se ha tornado en la lechera pero con mal producto, por la cara de pocos amigos y su estado de estrés severo de “pa’vernos matao” que se canaliza en una bronca de tres pares de lo que ustedes saben que chorrea nuestra persona por nuestra pasividad y relax. El desaparecido lleva más media hora (doscientas a su juicio) buscándonos por todo el pueblo maldiciendo nuestro sentido de la orientación, mientras que nosotros estábamos donde nos dejaron, sentados cómodamente en el comedor de aquel encantador mesón.

No dicen que “donde fueres haz lo que vieres”. En tierra de vacas, ahí te dejan, ahí te quedas.