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Tropiezos
Discreción
Una sala abarrotada de personas serias que escuchan a otra persona muy seria, que dice cosas muy pero que muy serias. Vemos un sitio libre allá, justo en medio de la primera fila. Cómo esta cosa seria va a ir para rato, aunque sólo sea porque necesitaremos uno largo para entender más o menos de que se está disertando, no nos queda más remedio que hacer nuestra aparición estelar distrayendo a los señores serios con nuestro pasear a modo de elefante hasta el hueco libre.
Al rato después de sosegarnos, descubrimos que no entendemos nada, entre otras cosas porque se habla otro idioma. En un principio aguantamos el tirón porque algo deberemos entender que para eso hemos estudiado. Ni papa. No nos lo podemos creer vamos a tener que volver a cruzar la sala en busca del consiguiente aparato traductor. Salimos como si fuésemos invisibles. Entramos otra vez, volvemos a nuestro sitio. Nos ponemos los auriculares, y comienza el baile de neuronas, las nuestras, que se ponen a toda velocidad a comunicarse hasta situar alguna de las cosas que dice la traductora que parece ser tampoco se está enterando de mucho.
En plena efervescencia neuronal, que si ratios p'alla, que si estadística p'aca. Se nos enciende una gran bombilla en medio de tanta neurona mareada. ¡No hemos apagado el móvil! Y tal y como llevamos el día lo más probable es que suene en medio de tanta gente con cara de velatorio y lo peor, sonará y no nos enteraremos hasta que media sala nos mire de cerca con aprensión y volvamos a hacer el ridículo una vez más en el día de hoy. No nos lo podemos permitir. Nuestra mano se dirige al bolso a toda velocidad y el señor de al lado, comienza a dirigirnos una mirada amenazadora. Metemos la mano directa a nuestro móvil que mira por dónde tiembla como si estuviera en el Ártico. Seguimos sin despegar la vista del señor parlante para disimular lo más posible, cuando descubrimos con horror que en nuestro campo visual, y en el de toda la sala, imaginamos, entra nuestra mano, con un móvil histérico y una de esas compresas tan discretas en tonos fucsia. Vamos que faltaba la señora vestida de rojo diciendo ¡Hola soy tu regla! y es que hay días en los que nos valdría más venir vestidos ya de casa de payasos y dejarnos de tanto disimulo. |
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