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Viernes, 10 de enero de 2025

Tropiezos

Patiment
Avirul, 24/03/2006

Sabemos que es un tema recurrente que ya nos ha ocupado el tiempo en otras ocasiones pero como seguimos teniendo los mismos problemas que se han convertido en endémicos, volvemos a insistir en este espacio para poder protestar, aunque sabemos que no sirve de mucho, por lo menos no nos pueden quitar el derecho al pataleo. Vamos a ver si nos entendemos, porque mucha America's Cup, pero los trabajadores del sector portuario no podemos aparcar en ningún sitio. Nadie puede ser consciente del caos que padecemos todos los días a no ser que viva en la M-30. Atascos injustificados, grúas asesinas que nos sangran los bolsillos y deseos de que se inventen coches plegables e incluso comestibles.

Todas las mañanas tenemos la misma operación, por muy pronto que salgamos de nuestras casas siempre llegamos tarde a trabajar, porque cuando no nos quedamos atascados en un semáforo de la Avenida del Puerto, viendo como cambian los colorinos, tenemos que cruzar el puerto veinte veces por un lugar distinto cada una de ellas, porque cada 10 minutos deben de tener obreros que cambian el recorrido por ley, es como un juego de obstáculos permanente, en el que el premio es un jefe muy cabreado.

O sea que no sólo no disfrutaremos de la America's Cup porque somos pobres, sino que encima es posible que para entonces no tengamos ni trabajo, de lo que nos cuesta llegar todos los días a ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente y en muchos casos hasta de nuestras axilas, porque cuando llegamos a la oficina estamos para duchar de tanto recorrido.

Lo nuestro tiene mérito porque diariamente seguimos enfrentándonos a este sin sentido al que nos están sometiendo nuestras graciosas autoridades. Y la pregunta siempre es la misma: ¿Alguien en las alturas políticas ha pensado en nosotros?

Porque no se atreverán a decirnos que utilicemos el transporte público. El terror se adueña de nosotros, nos quita el sueño y nos pone lívidos después de ver el reportaje del otro día en el que una familia desesperada buscaba al padre de familia. Aun resuenan en nuestro oídos las palabras de los pobres huerfanitos: “Subió al autobús una mañana y nunca llegó a la oficina.

Dicen que lo han visto pidiendo en la línea 32. Por favor, que la EMT nos devuelva a nuestro padre”.