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Viernes, 10 de enero de 2025

Tropiezos

Fumando espero...
Avirul, 27/01/2006

Nosotros queríamos cantar aquello de "fumando espero..." pero por lo que se ve ahora sólo podemos hacerlo esperando el autobús, congelándonos de frío en plena calle y lo que es peor, envenenándonos.

Así que de momento lo de esperar "...al hombre que yo quiero" nos lo vamos a tener que reservar para mejor ocasión porque cuando aparezca el desgraciado vamos estar hechos unos “zorros” a este paso. Entre el frío que estamos pasando para esperarle, que el día menos pensado nos despiden por su culpa, y el veneno que inhalamos y los malos ratos que también cuentan, ya me dirán que ventajas tiene lo de encontrar a este interfecto que nos está arruinando la vida. Y eso las mujeres, que los hombres heterosexuales, es aún peor, porque tener que esperar con estas consecuencias a un fulano que ni gusta, ni sirve pa’na, ya me dirán.

El caso es que la cancioncita que a la Sarita de España le vino de perlas para engrandecer su fama, ahora no puede estar más desfasada, porque además qué hacemos con la "chaislonge" ahora que sólo la podemos plantar en la calle. Hemos pasado del glamour a la marginación en un abrir y cerrar de año. No somos nadie.

El resultado es que fumar mata, desahucia (los empresarios se piensan dos veces si contratar a un fumador) y, encima, los cigarrillos contienen toda serie de elementos venenosos, como el salfumán, amoniaco, cianuro y un largo rosario de sustancias químicas que nada tienen que ver con las plantaciones. Lo más gracioso es que nadie controla la composición, a pesar de ser una droga legal. Es como si nos quisieran exterminar, pero con la media sonrisa de lo políticamente correcto. Esto es exagerado pero ya me dirán que tenemos que pensar si desde el pasado 1 de enero no sabemos qué hacer con nuestra vida.

Nosotros nos hemos pasado al tabaco de liar, más barato y con menos “guarreridas” (o eso esperamos). Aunque ahora sí que hemos traspasado la barrera del bien y del mal, que nos falta que nos ofrezcan metadona, cuando las personas de bien nos ven con nuestro liote, que no se le puede llamar de otra manera (porque mucha gracia para el liamiento no nos ha dado dios), entre los labios. Y es que hay miradas que matan, aún antes que el tabaco.