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Tropiezos
“Apatrullando la ciudá”
Después de un largo día duro. Hartos, muertos del sueño, agobiados, y en fin, hasta las narices de aguantar una hora de tráfico, llegamos a nuestro barrio con la perspectiva de tirarnos media hora para aparcar nuestro coche.
Entramos en nuestra calle por si la suerte nos acompaña al final del día (qué ilusos) y de repente, por el retrovisor que para estos casos si que lo miramos, vemos que un vecino se dispone a salir de su aparcamiento dejando un enorme hueco libre. La disyuntiva era dar una vuelta a la manzana para poder acceder al hueco o hacer una serie de maniobras para poder volver atrás.
Como pueden imaginar elegimos la segunda. Maniobra va, maniobra viene, damos la vuelta como podemos. Estamos a punto de aparcar, cuando a nuestras espaldas oímos por MEGAFONÍA (que ya es raro y surrealista) las siguientes palabras “Oiga, usted se piensa que puede hacer los que le venga en gana. Haga el favor de parar el coche inmediatamente”. El coche se paró del susto y nosotros no nos atrevíamos a mover ni un sólo pelo. No puede ser que sea para nosotros, pero por si las moscas, aún incrédulos giramos la cabeza lentamente y allí estaba un flamante coche de la policía, con dos agentes dentro. Uno de ellos empuñaba el aparato de megafonía con cara de pocos amigos y el otro miraba atónito la escena. Nos cayó un chorreo importante, nos extendieron una receta rosa de las que lo curan todo y para más inri en el transcurso de la bronca vimos como un señor tranquilamente aparcaba en nuestro hermoso sitio. Seguidamente los agentes del orden y la seguridad ciudadana se dispusieron a marcharse, en dirección contraria, tal y cómo habián venido. Cuando quieras vuelves. Y allí nos quedamos nosotros buscando la cámara oculta, aunque la multa es de verdad, con sus sellos y todo. Viva la ley y el orden. |
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