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Historias del Puerto de Valencia. Las Atarazanas del Grao, un legado de la historia marítima de Valencia
El barrio del Grao de Valencia guarda una fuerte vinculación con el Puerto de la ciudad. Pasear por sus calles supone un viaje hacia la tradición pesquera que existía en el corazón del barrio; un barrio que servía de residencia para los trabajadores del puerto.
El edificio de las Atarazanas del Grao se encuentra en dicho distrito. A pesar de estar separadas del mar, las Atarazanas mantienen su esencia marinera a día de hoy.
Las Reales Atarazanas del Grao son actualmente consideradas un Bien de Interés Cultural desde el año 1985, ya que la Ley de Patrimonio Histórico así lo considera. En su momento también fue un Monumento Histórico-Artístico Nacional. Sin embargo, históricamente siempre han supuesto un elemento crucial para el desarrollo de la economía marítima del puerto de Valencia. Estos edificios albergan siglos de antigüedad. Su origen etimológico es árabe (Addar As-Sina'a) y de este proceden otras palabras relacionadas con la temática portuaria como dársena, arsenal o, en este caso concreto, atarazana. En sus inicios, la finalidad de las Atarazanas fue artesanal, ya que era el lugar en el que se construían los barcos además del material que se utilizaría para la pesca. Sin embargo, a día de hoy, las Atarazanas han perdido su uso original. Ahora acogen exposiciones relacionadas con la temática marítima. Es la sede del Museo Marítimo Joaquín Saludes. Sus inicios tienen lugar en el siglo XIV, concretamente en el año 1338 cuando el Consell de la ciudad decide construir un espacio que sirviera para guardar remos, velas y cualquier objeto relacionado con la actividad naval. A finales de este siglo, ya se consideraban las Atarazanas como astillero. Antecedentes Tras la conquista de Jaime I en el año 1238 aparecen referencias de lo que sería el edificio predecesor, es decir, una especie de almacén con el mismo objetivo, pero con unas dimensiones más reducidas y situado lejos del puerto. En su momento sirvió como bodega en la que albergar las provisiones. Sin embargo, fue Pedro III el Grande de Aragón quien concedió una licencia a los Cónsules de la Ciudad en el año 1284 para construir un almacén que sirviera de espacio de reparación de los barcos que necesitara la Corona para conseguir el trono de Sicilia. El nuevo edificio, además de cumplir con este fin, debería servir también para almacenar los materiales de las embarcaciones. Finalmente, fue en 1338 cuando se aprobaron y comenzaron las obras de las nuevas atarazanas que pasarían por varias remodelaciones para adaptarse así al creciente ritmo comercial de la ciudad. Sin embargo, fue más de un sigo después cuando las Atarazanas pudieron adquirir su actual disposición gracias al acuerdo de sus obras de reparación y ampliación del año 1500. La titularidad de este enclave fue municipal hasta la Guerra de Sucesión, momento en el que pasó a formar parte de la Corona, para volver a ser de la ciudad cuando terminó la guerra. Finalmente, en 1802 debido a las deudas al Estado, es la Hacienda Real quien toma la posesión de las Atarazanas. Características Unos años más tarde, en 1840, las Atarazanas fueron vendidas a particulares, donde pasaron a funcionar como naves divididas que se alquilaban por separado. Incluso alguna de ellas fue utilizada como cine a principios del siglo XX. El edificio consta de cinco naves de una longitud de 49,50 metros y anchura de 13.20 metros. Cabe señalar que la quinta nave es algo más grande que las demás. En conjunto suman 3.500 metros cuadrados construidos por Francesc Tona. Se disponen de forma paralela y en su parte superior podemos observar cinco gárgolas de estilo gótico. Están determinadas por 9 arcos longitudinales cuyo perfil está apuntado y construido en ladrillo. Los mencionados arcos se apoyan sobre pilares comunes a excepción de dos de las naves, las que se localizan al norte y al sur, que se apoyan sobre contrafuerte. Los arcos de la fachada sur están absorbidos por el muro de cerramiento, los del lado norte quedan visibles y son del mismo espesor que los arcos que sirven de apoyo. La forma de las naves se halla completada por 8 arcos transversales a cada lado que ponían en comunicación unas naves con otras. Las fachadas de algunos de los edificios mantienen el estilo modernista. A pesar de las remodelaciones que se han llevado a cabo en todas las naves, todavía se pueden observar los canalones de piedra que servían para evitar la acumulación del agua de la lluvia, los cuales, además, conservan el escudo de la ciudad. En la construcción de este edificio dejaron huella personalidades señaladas en el mundo de la cantería. Ejemplo de ello es Pere Compte, que fue el Maestro de Obras de la Catedral de Valencia. La actividad del puerto de Valencia comenzó a crecer, dejando claro que era necesario trasladar las atarazanas, que hasta entonces estaban situadas en el distrito de Ciutat Vella, hasta el barrio del Grao. Fue entonces cuando las Atarazanas se convirtieron en un edificio para construir, reparar naves y, a su vez, sirvieron de almacén para los utensilios de los pescadores. Remodelación La construcción de este edificio comenzó el 27 de agosto del año 1338 cuando el Consejo de la Ciudad aprobó la construcción de un almacén en el que se guardarían velas, remos y otros materiales necesarios para la pesca. 53 años después, en 1391 se terminan de construir las cinco naves que forman las Atarazanas. Fue el mismo Consejo el que en 1409 encarga al cantero Francesc de Tona la construcción de un “bell portxe” que incluiría tres arcos de piedra otorgándole así belleza además de la utilidad que ofrecía este espacio. Sin embargo, esta reforma no se llevó a cabo. En el siglo XVI, las Atarazanas fueron objeto de diversas reparaciones. Ya en el año 1687 se rehacen las cubiertas. Tras estas reformas, las reparaciones de este emblemático edificio caerían en el olvido al pasar a manos de la Real Hacienda a principios del siglo XIX. Fue a partir de 1840, cuando se privatiza la propiedad de las Atarazanas y se retoman las modificaciones, tanto en forma como en uso. Este edificio, además de ser utilizado como almacén, pasó a utilizarse como sala de cine, viviendas, oficinas, talleres de fundición y de maquinaria naval. El 24 de noviembre de 1949, las Atarazanas son declaradas Monumento Histórico Artístico de carácter Nacional. En 1980 el Ayuntamiento de Valencia comienza el proceso de expropiación del monumento a la vez que el Ministerio de Cultura se compromete a su restauración. Durante las dos últimas décadas del siglo XX se llevaron a cabo tres proyectos financiados por el Ministerio de Cultura, centrados en las tres primeras naves en las que se analizaron las problemáticas de las ampliaciones para poder así otorgar alguna solución. Fue gracias a estos proyectos que en el año 1989 se llevó a cabo el cambio de cubierta de la primera atarazana, a la cual le seguirían las otras dos en años posteriores. Hoy en día, las atarazanas del puerto de Valencia son un importante enclave histórico y cultural. En el año 2000, se inició un proyecto de rehabilitación para conservar las estructuras originales y convertirlas en un espacio cultural. Este proyecto ha permitido que las atarazanas se conviertan en un punto de encuentro para actividades culturales, exposiciones y eventos relacionados con el mar. Etapa dorada El siglo XV es considerado la época de oro de las atarazanas de Valencia. Durante este tiempo, la ciudad se convirtió en un importante centro de la Corona de Aragón y su flota naval era una de las más poderosas del Mediterráneo. Las atarazanas no solo eran un lugar de construcción, sino también de innovación. Se introdujeron nuevos diseños de barcos, como las carabelas, que permitieron a los navegantes explorar nuevas rutas comerciales y territorios. La enriquecida vida comercial de la ciudad también se reflejó en la diversidad de embarcaciones que se construían en las atarazanas. Desde mercantes hasta barcos de guerra, cada uno de estos barcos era un reflejo del avance tecnológico y de las demandas del mercado. La atracción de las atarazanas de Valencia se extendió más allá de las fronteras de España, atrayendo la atención de comerciantes y armadores de diversas partes del Mediterráneo. La transformación de las atarazanas en un centro cultural ha permitido que las nuevas generaciones conozcan y valoren su rica historia. Se organizan visitas guiadas, talleres y actividades educativas que acercan a los ciudadanos y turistas al patrimonio marítimo de Valencia. La historia de las atarazanas del puerto de Valencia refleja la evolución de la ciudad y su relación con el mar. Desde sus humildes inicios en la Edad Media hasta su apogeo durante el Renacimiento, las atarazanas han sido testigos de cambios profundos en la economía, la tecnología y la cultura de Valencia. Hoy, su legado perdura como símbolo de la riqueza histórica de la ciudad y su continuo vínculo con el mar. La preservación de estas atarazanas no solo es un viaje al pasado, sino que también asegura que futuras generaciones puedan disfrutar y aprender de este patrimonio. A medida que Valencia continúa desarrollándose como un puerto referente en el Mediterráneo, las Atarazanas permanecerán como un recordatorio de su rica historia marítima y de la importancia del mar en la vida de los valencianos y las valencianas. |
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