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Tropiezos
Ruidos
Nuestro coche hace ruidos, ruidos inmensos. Funciona como un reloj, de cuco, pero como un reloj. Él es así de escandaloso y nosotros ya nos hemos acostumbrado a la banda sonora, pero cuando alguien ajeno sube a nuestro viejo y ajado utilitario se queda muerto.
Para empezar es necesario nada más darle el contacto un silencio sepulcral. Hay que escuchar un “clic” antes de encenderlo porque es de gasoil y no tiene lucecita de arranque, con lo que hay que esperar a que él indique con un ruidito que ya está preparado para el combate. A ver como le explicas a la persona, sobre todo cuando no la conoces, que se tiene que callar pase lo que pase nada más sentarse en tu coche, la gente se piensa que estamos locos o algo.
Luego cuando suena el famoso “clic”, tenemos siempre que explicar la historia para que piensen en su fuero interno que quién los manda subir con extraños en coches ajenos. Pero lo bueno viene cuando comienza la orquesta, que si la manivela de los cristales hace “ñic, ñic”, que si alguna chapa de abajo no para de rozar en otros sitios y hacen un extraño “rac, oig, rac, oig”, que si la radio es imposible sintonizarla bien, entre otras razones porque los altavoces distorsionan, y un sin fin de ruidos que hacen que los transeúntes giren la cabeza a nuestro paso. La vergüenza ajena del compañero de automóvil es indescriptible y además totalmente visible, porque no para de decir que lo podemos dejar ya en cualquier sitio que ya se las arregla, pero como somos tan serviciales lo llevamos a su barrio. Vamos, que nos falta tocar el claxón para que todo el mundo se entere las compañías que frecuenta la persona humana que ha osado avergonzarse de nuestro utilitario. Que hay que ver que desconsiderada es la gente, por un ratito subidos en nuestro coche ya se sonrojan. Y nosotros qué, lo llevamos todos los días con resignación y cariño, mucho cariño. Dirán que nos compremos un coche, pero si no fueran tan caros ya lo habríamos hecho, ¿no creen? |
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