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Jamón y Mortadela (II)
F. Miguel Rocher
Managing Director Insurance Team & Claims (ITC) Customs Legal Consultant Operplus Casi un año y medio atrás, escribí dos artículos con el mismo nombre (Partes I y II), arriba mencionado.
El primero se publicó en junio 2021 y el segundo, que nos ocupa, se publicará en unos días. Infinitamente lejos de ser adivino (¡ojalá, por aquello de la inminente lotería!), era la crónica de las dunas de una playa, que no de los dientes de una sierra, demasiado pronunciados. Para no remontarnos demasiado atrás, vamos a 2008, momento en el que la carga y aquellos que la intermediábamos nos jactábamos en publico y en privado de cómo se fagotizaban y ayudábamos a fagotizarse a los que la cargaban, disfrutando del jamón sin mesura, olvidando de los años de la mortadela. Afortunadamente, la vida nos acaba poniendo a cada uno en su sitio, en este caso en forma de virus y llego 2020. En un espacio muy corto de tiempo, intercambiamos los trastos, como si banderines de dos equipos rivales (¡error!) se tratara. Los que poco tiempo atrás tiraban de la parte noble y pura del mejor amigo del hombre, o el mas reciclable, pasaron a alimentarse de una mezcla de partes menos nobles, eso si toda de forma uniforme y redondita, incluso con aceitunas en algún caso. Lo de que la naturaleza es sabia, en mi opinión, es un tópico. Un tópico, porque no siempre imprime su sabiduría repartiendo poder e inteligencia en el mismo lado, dejando en manos de el ego (¡maldito sea!) la distribución del mismo. Bien estaría que el que tiene la mejor parte (¡temporal!) tuviera la inteligencia de contar con la otra y viceversa, de modo que, de forma horizontal, ambas partes y de paso la carga, tuvieran la estabilidad que todos deseamos, únicamente desequilibrada por cualquier indocumentado rubio o pelirrojo al que no podemos controlar, o al menos los humanos de a pie. Si bien no sería justo no admitir, a la vez que partir una lanza por una de las dos partes consumidoras de las delicias porcinas, que en cada época han sabido contar con la otra, aunque sea dopando (¡así es la vida!), para que el crecimiento vertical (¡si no hay otro!) fuera lo mejor posible para sus intereses, a pesar de que eso conllevara que también lo fuera para los de la otra parte. Dejo a su imaginación saber quién es quién en esta fábula. "La felicidad es la sal de la vida" (D. Francisco Miguel Roca Monzó)
(mrocher@operplus.com) |
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