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Seis dígitos
Vicente Küster
Operations- Seafreight Export (TIBA Spain) En los últimos días de abril las cargas se perdían por falta de transporte. No había nada que los transitarios pudieran hacer para evitarlo. La congestión en el puerto y la huelga de transportistas, junto con los últimos coletazos del COVID-19, se habían empeñado en bloquearlo todo. Los operativos de Tráfico Export trabajaban a destajo a dos pantallas para tratar de gestionar el caos y salir vivos del intento. Clientes, terminales, compañías navieras, aduanas, consignatarios, transportistas... sufrían también las consecuencias.
Esos días circulaba por redes sociales una fotografía aérea del puerto de Shangái colapsado.
Cuando vi la imagen por primera vez, con todos aquellos puntos diminutos rojos y verdes atrapados en un atasco descomunal, recuerdo haber pensado que se trataba de un montaje. Cientos de buques, inmóviles e infinitos, esperaban su turno en el avispero para cargar o descargar mercancías. Una tarea de chinos. Esa lluviosa mañana de abril se respiraba tensión en la oficina, una inquietante mezcla de nerviosismo e incertidumbre que parecía haber llegado para instalarse. Y es que, cuando parecía que las cosas no podían empeorar, entraba un correo electrónico anunciando el cierre imprevisto de una terminal, un nuevo 'roleo' de cargas, supresión de escalas, falta de espacio en buques, falta de equipos (contenedores)... y un largo etcétera. En medio de todo aquel desorden decidí parar un momento y salí al balcón a tomar aire. Afuera todo parecía normal, salvo la fina lluvia que golpeaba el cristal como presagio de lo que quedaba por venir. Si el mayor puerto del mundo estaba atascado, era cuestión de tiempo que sus tentáculos alcanzaran también a Europa. A esas horas la calle parecía tranquila y los escasos transeúntes que logré divisar caminaban presurosos a cobijarse bajo los soportales más próximos. Mientras observaba la escena, los clientes seguían llamando a pedir explicaciones, la nube de correos crecía sin solución de continuidad y la situación no parecía que fuese a cambiar de un día para otro. Creo que fue entonces cuando, sentado ya frente al ordenador de mi compañero, escribí por pura desesperación "H E L P M E" en el espacio reservado al booking. Una casilla de solo seis dígitos que había que rellenar para iniciar cualquier expediente. Donde habitualmente mi compañero escribía cosas como "226714", decidí teclear esas dos palabras. Como si el ordenador pudiese entenderme. Como si pudiese apiadarse de nosotros y obrar en consecuencia. Fue una intuición, tal vez una tontería y con seguridad una insensatez, teniendo en cuenta que yo solo estaba ahí para hacer prácticas. Acto seguido presioné la tecla 'intro' y una nueva pantalla emergió a la superficie: "Número de booking incorrecto. Vuelva a intentarlo. Si ya lo ha hecho, tómese un descanso". Miré a mi compañero de reojo. Sonreía. Solo era mi primera semana. |
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