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Sábado, 11 de enero de 2025

Tropiezos

En el ascensor
Avirul, 06/08/2004

Hay días que nos levantamos con el píe cruzado y todo se tuerce, así nos pasan cosas las cosas que nos pasan.

Hechos como que intentamos entrar en un lugar acristalado con puertas correderas y siempre nos empeñamos en introducirnos por donde no se abre la puerta.

Aunque hay situaciones peores, que por supuesto nos suceden. El otro día intentábamos visitar a unos clientes, llamamos al timbre, oimos como abren pero no sabemos aún porqué la puerta seguía cerrada. Volvemos a insistir con el timbre, lo vuelven a intentar pero con el mismo éxito que la primera vez, en este impasse hay dos personas humanas, creemos que mensajeros, que se sitúan a nuestro lado y como no paramos de decir que no se abre, no insisten y esperan con nosotros a que los pobres seres que intentamos visitar bajen a ver que pasa.

De repente vemos la luz al final del túnel, el señor de la oficina con cara de pocos amigos viene a abrir la puerta, justo antes de que alcance su meta en la que se pegan como lapas tres narices. Una cuarta persona humana llega a nuestro lado como una exhalación, llama al timbre y abre sin ningún tipo de problemas.

Nos queremos morir, tanto que en cuanto nos colamos detrás del listo, corremos al ascensor para que nadie se quede con nuestra cara. Ya en el pequeño habitáculo apretamos el botón del piso al que vamos.

No va, no nos lo podemos creer. Volvemos a apretar. Nada. Empezamos a pulsar todos los botones que están a nuestra vista frenéticamente. En esas estamos cuando se abre la puerta del ascensor y asoma una cara de circunstancias que resulta pertenecer a uno de los señores que se ha pasado al sol media mañana con nosotros, y que resulta ser mecánico de ascensor que junto con su compañero, el otro que también se tostaba a nuestro lado, intentan arreglar al aparato, si es que nosotros no se lo impedimos.